VENTANAS ABIERTAS A LA PEDAGOGÍA UNIVERSITARIA • 19
«Capacitación profesional docente: realidades de la educación inclusiva», Danny Rivera Flores y Corina Núñez Hernández.
Cuaderno de Pedagogía
Universitaria
Vol. 13 / no. 26 / julio-diciembre 2016 / República Dominicana / PUCMM / ISSN 1814-4152 (en línea) / ISSN 1814-4144 (impresa) / p. 15-25
Psicopedagogía y Psicología, y que hace referencia
al modo en que se debe dar respuesta a la atención
a la diversidad (Peñaherrera & Cobos, 2011). Es un
término que surge en los años 90, Perret-Clemont
y Nicolet (1992) pretenden sustituir al concepto de
integración, hasta ese momento, el dominante en la
práctica educativa. Pero, la inclusión hace referencia
también a Derechos Humanos, cuando se habla de
educación, se habla de humanización, de inclusividad.
En este sentido, la educación inclusiva está relacionada
con que todo el alumnado sea aceptado, valorado,
reconocido en su singularidad, independientemente de
su procedencia o características psico-emocionales,
etnia o cultura.
La inclusión educativa al ser un proceso activo
y participativo en los contextos de aprendizaje
implica cambios tanto en la losofía y en la práctica
educativa, como en el currículo y en la organización
de los procesos académicos. Estos cambios no solo
afectan a los alumnos con necesidades especícas de
apoyo, sino que tienen un alcance general para todos
los alumnos. Por lo tanto, debe reconceptualizarse a
la luz de los procesos de integración, y no se debe
concebir al estudiante con necesidades educativas
especiales como aquel que tiene una característica
individual o un décit que le es propio, sino más bien,
se debe tomar en cuenta la participación del entorno,
las políticas gubernamentales, los aspectos sociales
y educativos, que facilitan que las dicultades que la
persona experimenta en su desarrollo socioeducativo y
emocional continúen obstaculizando su desarrollo.
Pérez (2012), identica tres tipos de educación que se han
dado en el transcurso de los años y las intencionalidades
que debemos seguir como profesionales más
evolucionados: selectiva, integradora e inclusiva. La
educación selectiva no considera individualidades de
los sujetos que aprenden, es decir, es un modelo que se
ha venido aplicando por varios años atrás en el cual no
se reconoce a la diversidad de ritmos de aprendizaje,
las instituciones sostienen que el aprendizaje no debe
responder a necesidades funcionales, sino al éxito
en el trabajo académico; la educación integradora
a diferencia de la educación selectiva, atiende
varias necesidades del estudiante, respetando las
individualidades de cada uno de ellos; la integración
supone no solamente en el aula de clases, sino también
fuera de ella, de manera participativa, dicha educación
nace de la idea que es un derecho humano básico y
proporciona los cimientos para una sociedad más justa,
en tal virtud, se atiende a los estudiantes pertenecientes
de minorías étnicas y lingüísticas, además de apoyar
a la diversidad de género; la educación inclusiva, por
su parte, es más profunda que la integradora a pesar
de que es cotidiana la confusión; el modelo inclusivo
es una forma de mejorar la vida al ofrecer las mismas
oportunidades con la misma calidad de servicio que
se brinda a todos los individuos; la inclusividad se
hace evidente al momento de omitir dicultades y
diferencias individuales, centrando y promoviendo las
potencialidades.
Según Lou & López (2000), citando a Zabalza, la
integración educativa ha pasado por una serie de
etapas, entre las cuales nombran el reconocimiento
del derecho a la educación de todos. Sin embargo,
las etapas no reconocen que las personas con
necesidades educativas especiales son “normales”. En
relación con lo anterior, la respuesta que se ha dado a
estas personas es marginal y segregadora. Por tales
motivos, se han desarrollado servicios diferenciados
en instituciones educativas y aparece posteriormente
la integración parcial. Es importante ver cómo se
le da importancia a la atención de las personas con
Necesidades Educativas Especiales, porque esta
favorece los procesos de solución de problemas, lo cual
facilitará el acceso a los métodos de aprendizaje de
todos los estudiantes y a la vez permitirá el desarrollo
profesional de los docentes.
Según Stainback 1999 (como se citó en Rosales, 2015),
el paso a las aulas inclusivas tiene muchas ventajas
en relación con el mantenimiento de los enfoques
tradicionales que tratan de ayudar a los alumnos con
discapacidades o desventajas. Una de ellas es que todo
el mundo se benecia de unas instituciones inclusivas
preocupadas por el modo de establecer comunidades
que apoyen y atiendan a todos los alumnos y no solo
a determinadas categorías seleccionadas. Cuando las
instituciones mediante sus aulas desarrollan el sentido
de la comunidad, es decir, cuando la educación es
sensible y responsable a las diferencias individuales
de todos y cada uno de los miembros de la institución,
todos los estudiantes se benecian.
En Latinoamérica, el tema de la inclusión constituye
una temática de gran importancia, que genera
controversias e inquietudes desde los puntos de vista
social y legal. Se calcula que en Colombia hay 400.313
personas menores de 18 años con discapacidad,
según el Censo del DANE de 2005. De estos, el
9,1% tiene discapacidad motriz; el 14%, discapacidad
sensorial; el 34,8%, discapacidad cognitiva; y el 19,8%,
discapacidad mental. Se estima, asimismo, que el
22,5% de las personas en condición de discapacidad
son analfabetas, en comparación con el 8,7% de
analfabetismo entre las personas sin discapacidad.
Además, las personas con discapacidad realizan,
en promedio, 4,49 años escolares, mientras que las
personas sin discapacidad cursan, en promedio, 6,48
años (Padilla Muñoz, 2011).
En el Ecuador, para el año 2014, 15,158 estudiantes
que poseen algún tipo de discapacidad estudian en
instituciones regulares, superando a la cifra del 2007