38 • ECOS DESDE LAS FACULTADES
«El b-learning y la clase invertida para el desarrollo del aprendizaje activo, la autogestión y el pensamiento crítico en el ámbito universitario», Jeanette
Chaljub.
Cuaderno de Pedagogía Universitaria
Vol 13 / no. 26 / julio-diciembre 2016 / República Dominicana / PUCMM / ISSN 1814-4152 (en línea) / ISSN
1814-4144 (impresa) / p. 36-47
destrezas que van desde la gestión de la información a
la gestión de los conocimientos. Sobre esto, se destaca
que el aprendizaje activo hace una transformación
del conocimiento tácito y personal y se convierte
en conocimiento explícito y compartido con otras
personas (Gairín, 2007). De ahí, que las clases han de
ser diseñadas regulando la sobrecarga de información
para que se puedan construir conocimientos de forma
colectiva.
Los aprendizajes intrapersonales, aquellos que son
individuales, se complementan con los aportes de los
compañeros para crear nuevos saberes, conectados
con los saberes previos. Se aprende a través de la
participación.
A pesar de que existe un espectro amplio de enfoques
constructivas, este estudio se basa en el enfoque
cognitivo, sustentado en la teoría piagetiana, en el que
“el aprendizaje es, por tanto, un proceso interno que
consiste en relacionar la nueva información con las
representaciones preexistentes, lo que da lugar a la
revisión, modicación, reorganización y diferenciación
de esas representaciones” (Serrano & Pons, 2011,
pp. 5-7). Sin embargo, además de realizar un proceso
interno, es importante la socialización de conocimientos
e ideas sobre los temas a desarrollar, sobre todo, donde
se evolucione de una clase centrada en la enseñanza
a una centrada en los aprendizajes. Así lo corrobora
McAlpine (2004), cuando propone que la incorporación
de los alumnos en la actividad de clase, es el período
clave para la calidad de los aprendizajes.
En el ámbito universitario, nuestros estudiantes
necesitan desarrollar distintos tipos de conocimientos,
destrezas y actitudes para poder insertarse a la
sociedad actual. Del conjunto de competencias
requeridas para profesionales del siglo XXI, planteadas
por el Observatorio Navarro de Empleo en el 2012,
podemos mencionar las siguientes habilidades, que
están relacionadas de manera directa con la clase:
– Encontrar nuevas ideas y soluciones
– Utilizar herramientas informáticas
– Adquirir con rapidez nuevos conocimientos
– Coordinar actividades
– Predisposición para cuestionar ideas propias o
ajenas
– De pensamiento analítico
– Hacer valer tu autoridad
– Movilizar las capacidades de otros
– Redactar informes o documentos
– Sintetizar y extraer conclusiones generales
Haciendo un recorrido por estas habilidades y perles
cabe, entonces, resaltar la importancia que tiene la
constante búsqueda de innovación pedagógica en
la universidad. Es necesario que modiquemos las
estrategias de enseñanza y, con ellas, las actividades
de evaluación.
En este mismo orden de ideas, este estudio combina
la metodología colaborativa en la que subyace la
estructura conversacional, asociada a una dinámica
interactiva en el interior del grupo o interacción-social
que, además, se ha de considerar compleja, tanto a
nivel de Pregrado como en Postgrado (Maldondo,
2007; Pérez, Bustamante & Maldonado, 2007), con
dinámicas de aprendizaje activo para la construcción
colectiva de los conocimientos.
El trabajo colaborativo propone una estrategia de
enseñanza en la que todos los miembros de un
equipo trabajan juntos para metas comunes, con
responsabilidades compartidas e interdependencia
positiva. Se aleja del típico modelo de trabajo
cooperativo. Este último funciona en el sentido en
que cada miembro es responsable de “una parte”
del trabajo, que, luego, se pone en común. Desde la
epistemología, el trabajo colaborativo se sustenta en
el Constructivismo, ya que los miembros participan
activamente en la construcción de saberes a través de
la interacción con los demás (Constructivismo Social) y
con su entorno. De allí que “el docente tiene una gran
responsabilidad en alentar, promover y crear el espacio
apropiado para la construcción del conocimiento”
(Maldonado, 2007, p. 268). Se pasa de un aprendizaje
pasivo a uno activo y autónomo.
En consonancia con las ideas planteadas, se hace
imperativo que los docentes de todos los niveles
y, en el caso que nos ocupa, el universitario, den
el salto hacia prácticas innovadoras que pongan
de maniesto destrezas de pensamiento de nivel
superior, conjuntamente, con actividades participativas
que promuevan aprendizajes signicativos. Es muy
necesario que el profesor se desprenda del supuesto
de que debe ser el epicentro de los contenidos. La idea
es promover la ecacia hacia los niveles cognitivos
y desarrollo de habilidades sociales en las que los
estudiantes se empoderen de la construcción de
conocimientos, en ambas vertientes: individual y grupal.
En el caso de los docentes, han de moverse de un
modelo de “transmisión de conocimiento” o “centrado
en el profesor” a un modelo de “facilitación de los
aprendizajes” o “centrado en el aprendizaje” (Gallargo,
Sánchez, Ros & Ferreras, 2010). Por lo tanto, se deben
ir modicando los roles en el ambiente áulico.
En cuanto a la metodología innovadora en torno a la cual
gira este trabajo, el método de Clase Invertida o Flipped
Classroom (FC), forma parte del repertorio del diseño
de estrategias de enseñanza novedosas que potencian
el desarrollo de pensamiento crítico, resolución de
problemas, la creatividad, entre otros. Es decir, al
cambiar la dinámica de trabajo, los estudiantes pueden
reexionar, de forma individual, sobre los conceptos y,
una vez en el aula, “debatir sobre esas reexiones con
sus compañeros, intercambiar impresiones, intentar
llegar a una solución o interpretación conjunta, formar
nuevas perspectivas, etc” (García-Barrero, 2013, p. 5).
El aula inversa también puede ayudarnos en una labor
que potencie la participación activa de los estudiantes,
y alude a un cambio de rol del profesor, quien se
convierte en co-aprendiz y co-investigador, a través de