VENTANAS ABIERTAS A LA PEDAGOGÍA UNIVERSITARIA • 15
«La inmediación de los contenidos en los Estudios Generales (riesgos de los enfoques por competencias)», Gonzalo Martín de Marcos.
Cuaderno de
Pedagogía Universitaria
Vol. 14 / no. 27 / enero-junio 2017 / República Dominicana / PUCMM / ISSN 1814-4152 (en línea) / ISSN 1814-4144 (impresa) /
p. 12-17
inexpugnable. Las ciencias empíricas se han rodeado
de un halo de objetividad, irrefutabilidad y precisión del
que debemos, como poco, sospechar, si observamos
su evolución histórica. Esto signica que los contenidos
cientícos no pueden explicarse como realidades
inopinables ajenas a la cultura humana. Signica que
si así lo hacemos estaremos sajando una realidad dual,
la que une el sujeto al objeto.
En el contexto de la universidad contemporánea, “las
ciencias duras se hacen blandas y las ciencias blandas
pretenden ser duras” (Bravo León, 2016).
Negación de la premisa menor: las ciencias
humanas no aportan contenidos objetivos
Parece más fácil negar que las ciencias humanas sean
objetivas, aunque sólo sea por la adjetivación que llevan,
humanas. Pero la instrumentalización de los saberes
que han experimentado las universidades desde el
siglo XVIII ha producido una asimilación de las ciencias
humanas a las ciencias empíricas, cuya supremacía ha
sido creciente. En otras palabras, las ciencias humanas
han querido parecerse a las ciencias empíricas bajo el
complejo de que en lo más objetivo hay más rigor, y
bajo el prejuicio de que, si las ciencias empíricas son
objetivas y tienen más rigor, habrá que asemejarse a
ellas para obtener su mismo respeto, el respeto que les
ha granjeado el racionalismo.
Para empezar, ya he tratado de impugnar la objetividad
de las ciencias empíricas en el apartado anterior.
Pero tal impugnación, de vericarse, no cambia la
tendencia objetivante de las ciencias del espíritu. Valga
un ejemplo de mi disciplina de especialización, los
Estudios Literarios. A comienzos del siglo XX, la escuela
del Formalismo ruso comenzó una sistematización de
los Estudios Literarios que, más tarde, alcanzó a la
Lingüística y, con Saussurre, dio pie a la Lingüística
moderna. Estos avances, de indudable valor, se han
hipertroado hasta el punto de que los métodos de
análisis se han impuesto a las realidades culturales. Un
ejemplo: ha importado más el método de análisis de una
novela, que Los miserables, de Victor Hugo.
Este proceso, imparable, explica parte de la reacción
de Robert Maynard Hutchins a mediados del siglo XX.
Hutchins fue un pedagogo y pensador que ejerció de
rector de la Universidad de Chicago. Se le considera uno
de los creadores de los modernos Estudios Generales.
En su libro The University of Utopia señala: “[l]iberal
education was associated in the public mind with a pre-
industrial, pre-scientic, pre-democratic era. It was an
anachronism, and an aristocratic anachronism” (1964,
p. 13). Las artes liberales, aquellas que en la Edad
Media solo cursaban los hombres libres, recibieron
por esta causa el estigma del elitismo, y también de
un elitismo arcaico, obsoleto, en un tiempo en que las
ciencias bastan al ser humano. Este prejuicio explica
aquel afán por parecerse a las mismas disciplinas
que las denostaban. Pues bien, en este contexto, las
humanidades se han violentado para objetivar tanto su
objeto de estudio, como su metodología.
Pero las humanidades, tanto o más que las ciencias
empíricas, el objeto de estudio ha de ser la alianza yo-
mundo, no el mundo; la alianza yo-realidad, en el caso
de la ontología, no la realidad a secas; la alianza yo-
revoluciones, en el caso de la historia, no las revoluciones
aisladas. Esta disociación, consabida en las ciencias
empíricas, se nos ha deslizado subrepticiamente en la
academia hasta el punto de imponernos ser objetivos
en la Historia, en las Artes. Las consecuencias de ello
son enormes, porque afectan a la dimensión ética de la
relación del ser humano con la cultura.
Mijail Bajtín ha reexionado sobre esto en Hacia una
losofía del acto ético. Para Bajtín, la moral de la vida diaria
no se interpenetra con la moral de la obra artística. Hay un
hiato entre el mundo de la cultura y el mundo de la vida, “[q]
ue aparecen incomunicados entre sí, no existe un principio
para incluir el mundo signicante de la teoría y de la cultura
teorizada al único y singular acontecimiento del ser en la
vida” (1997, p. 28). Pero el acto ético debe ser un acto en
su totalidad (1997, p.7), no puede haber tal escisión entre
lo que llama la responsabilidad especializada (la de las
obras) y la responsabilidad moral (la de la vida) (1997,
p. 8). Separar el yo de su objeto, abrir más la brecha
que en las humanidades practicaron quienes querían
parecerse al cartesianismo de las ciencias empíricas,
produce un desgarro ético.
Negación de la conclusión: los contenidos
de Estudios Generales no deben ser un medio
para la adquisición de las competencias
Dice la lógica de un silogismo que la negación de las
premisas, mayor y menor, conduce a la negación
automática de la conclusión. Pero la lógica formal
(articial) se guía por leyes que no funcionan en lógica
argumental (natural), de modo que ha de aportarse un
discurso extra que refute tal armación. Recuérdese que
la conclusión que pretendo refutar es la siguiente: los
contenidos pueden usarse como un medio externo para
hacer competentes a los alumnos.
La idea de que los contenidos funcionen como medio
para lograr las competencias descansa en el concepto
de instrumentalidad. Un instrumento es aquello que sirve
para lograr algo distinto. Es decir, que el instrumento
sólo posee valor subsidiario, en tanto herramienta para
otro n superior. El instrumento no tiene, por sí mismo,
ningún valor. Este concepto, transpuesto a los ámbitos