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de incertidumbre y complejidad del contexto global
actual, es evidente la necesidad de superar la divi-
sión curricular en disciplinas (asignaturas), que fue
realizado por cuestiones didácticas y que evidente-
mente tiene su valor en la organización curricular y
en la profundización de los conocimientos discipli-
nares, sin embargo, esa fragmentación nos aleja de
la comprensión del problema en su complejidad y
totalidad, por lo que se hace necesario incorporar
otros enfoques que entrelacen las disciplinas para
construir conocimientos.
Esta precariedad de la educación para dar respuesta
a problemáticas tan complejas y cambiantes no es
novedad, sin embargo, a pesar de la obviedad, la
educación en la mayoría de sus manifestaciones
continúa siendo un modelo que replica la estructura
gobernante y la fortalece, sin cambios sustanciales
en su estilo y modalidad académica, solo con al-
gunos cambios que con frecuencia confunden más
de lo que aportan. A nivel formal estos cambios no
tienen grandes repercusiones, salvo casos aislados,
en ocasiones se asumen por imposición y como
una moda más o menos pasajera, en la que pueden
incorporarse nombres y conceptos novedosos;
sin embargo, en la práctica continúan siendo las
mismas modalidades de estructuras pedagógicas y
didácticas fragmentadas de hace años.
Tanto en los diseños curriculares, como en las
aulas y la mayoría de las capacitaciones docentes
formales continúa el asignaturismo, con suprema-
cía de algunas disciplinas sobre otras y falta de
integración para observar los fenómenos, proce-
sos y sujetos de manera integral, que posibilite a
quien aprende comprender cómo es que se analiza
la realidad desde múltiples dimensiones a la vez, y
obtener de esta forma una aproximación mayor de
la complejidad de lo que se estudia. Además, es
común que el proceso de diseño curricular involu-
cre exclusivamente a miembros de la comunidad
educativa. Este modo de operar puede influir en
que se mantenga una visión parcelada de qué se
enseña, cómo se enseña y cuándo. Son estos fac-
tores, que se manifiestan en todos los niveles del
sistema educativo, los que muestran la dificultad
que enfrenta el sistema educativo en su trayecto
de transformación hacia un modelo transdisciplinar.
Por otro lado, las teorías pedagógicas han de-
mostrado que los contenidos memorísticos y la
desvinculación de los aprendizajes de la realidad no
favorecen el aprendizaje. Así como que el centrar la
educación en los contenidos en vez de hacerlo en
el proceso, es un despropósito. Entre los referentes
académicos, Tobón (2005 p.272) plantea que es fun-
damental que “los estudiantes no repitan de forma
literal la definición de los conceptos” y que desarro-
llen estrategias cognitivas capaces de dar cuenta de
la organización y estructura, es decir de procesos.
A pesar de ello, no se han superado por com-
pleto tales estructuras en muchos de los sistemas
educativos, con excepción de algunos esfuerzos
institucionales o individuales. Atendiendo a ello,
podrían incluirse cambios en los diseños curricu-
lares que se inclinen hacia la transdisciplinariedad
de modo que favorezcan la construcción de co-
nocimientos vinculando a diferentes disciplinas,
entrelazándolas en lugar de clasificándolas, que
surjan a partir de las problemáticas y que propi-
cien la reflexión con pensamiento crítico para la
búsqueda de conocimientos, su selección e in-
terpretación, pensando en el bien común y en el
cuidado de todo lo vivo. Ese, por ejemplo, sería un
cambio cualitativo en la educación, o en cualquier
otra esfera, capaz de remover las anquilosadas
estructuras del aparato educativo formal, que tal
como está no nos ayuda a ser mejores personas,
ni mejores profesionales.
Aún no comenzaba el siglo XXI cuando la UNESCO,
atendiendo a los planteamientos de la complejidad
expresados por Morin (1999), asume la obra que
sería una bisagra para las posturas existentes, “Los
siete saberes necesarios para la educación del
futuro” y desde su introducción plantea que:
Uno de los desafíos más difíciles será el de
modificar nuestro pensamiento de manera que
enfrente la complejidad creciente, la rapidez
de los cambios y lo imprevisible que caracte-
rizan nuestro mundo. Debemos reconsiderar la
organización del conocimiento. Para ello debe-
mos derribar las barreras tradicionales entre las
disciplinas y concebir la manera de volver a unir
lo que hasta ahora ha estado separado. (p.7)
Este planteamiento de Morin (1999) deja muy claro
que la tarea más difícil, pero a la vez vital, es mo-
dificar la forma en la que pensamos y vemos el
mundo. El modelo educativo por asignaturas nos
ha entrenado en la clasificación, simplificación y
descomposición de la realidad para analizarla, es-
tudiarla y solucionarla. El conflicto en esto es que
la realidad se presenta compleja y con elemen-
tos tratados por las disciplinas ligados entre sí,