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hemos remitido a principios de los enfoques de
argumentación como proceso de indagación
(Bañales Faz et al., 2015; Sampson et al., 2011) y la
perspectiva de la argumentación como instrumento
para promover procesos de aprendizaje, la cual
contribuye en la adquisición y claricación del
conocimiento, pero también permite relacionar la
teoría con la evidencia, e, inclusive, diferenciar la
efectividad de los argumentos orales versus los
escritos (Andrews, 2010; Andriessen y Baker, 2014;
Molina y Carlino, 2013; Rosales y Vázquez, 2011;
Schwarz, 2009). Igualmente, nos basamos en la
argumentación como medio para desarrollar el
pensamiento crítico (Cassany y Castellà, 2010;
Freire, 2008) que exige una comprensión de los
contextos hegemónicos y subalternos (De Sousa
Santos, 2006), en los cuales se han desarrollado
los estudiantes, así como los consensos y disensos
sociales en torno a estos.
En relación con la argumentación propiamente
dicha, se tienen como fundamento las propuestas
de Van Eemeren, Grootendorst y Henkemans
(2006), quienes la denen como: “Una actividad
verbal, social y racional que apunta a convencer
a un crítico razonable de la aceptabilidad de un
punto de vista adelantando una constelación
de una o más proposiciones para justicar este
punto de vista” (p.17). Esta manera de entender la
argumentación se complementa con los aportes del
modelo de Toulmin (1958) y los tipos de argumentos
planteados por Perelman y Olbrecht-Tyteca (1989),
estos últimos retomados por Weston (2003).
El texto argumentativo
Como se ha descrito, en los CNLE el eje central es
la elaboración de un texto tipo ensayo a lo largo de
todo el semestre, con miras a que los estudiantes
desarrollen su competencia argumentativa.
Sumando la teoría propuesta, el texto argumentativo,
según Errázuriz Cruz (2014) (citando a Anscombre y
Ducrot 1994, 2001): “Está compuesto básicamente
de una tesis, premisas compartidas culturalmente,
un cuerpo argumentativo y una conclusión” (p. 220).
En este sentido, además de la tesis (una armación
polémica que debe ser defendida) y los argumentos
(razones relevantes, sucientes y válidas para
defender la tesis), el ensayo en los CNLE involucra
otros componentes de la argumentación como lo
son la situación problemática (un fenómeno de
interés que no tiene una única solución y dentro del
cual se inscribe la tesis), los interlocutores (quienes
determinan el carácter dialógico y polémico de la
argumentación ya sea si están a favor o en contra) y
los tipos de argumentos o evidencias que sustentan
la tesis (ya sean ejemplos, analogías, citas de
autoridad, causa/efecto, etc.).
Así, dentro de los CNLE la elaboración de los textos
argumentativos (ensayos) involucran los conceptos
anteriormente mencionados. Además, se ponen
en relación dentro de la estructura de ensayo
que incluye un título (coherente con el contenido
y sugerente para el lector), una introducción (en
la que se plantea el tema, su contexto y la razón
por la cual resulta controvertido), una tesis (clara,
precisa y explícita dentro del texto, generalmente
presente al nal de la introducción), un desarrollo
argumentativo (razones relevantes, sucientes y
válidas, sustentadas con autoridades pertinentes,
para defender la tesis sin recurrir a falacias), un
espacio para los contraargumentos (qué dicen
aquellos que están en contra de los planteamientos
propios y cómo lo evalúo) y una conclusión (en la
que se reitera la argumentación, sus matices y una
apertura a futuras reexiones).
Metodología
Esta investigación se enmarca en la investigación-
acción en educación que da cuenta del enlace
entre el enfoque empírico en educación en medio
de un problema especíco y las acciones que se
desarrollan para tratarlo (Anderson et al., 2007),
especícamente se ubica dentro del campo de la
didáctica de la lengua que, para Camps (2004),
intenta comprender e interpretar la realidad de
la enseñanza y aprendizaje de la lengua. Sin
embargo, para Camps (2004) esta comprensión
no es el n en sí mismo, sino que permite llegar a la
transformación de la práctica. En otras palabras, en
el marco de la didáctica de la lengua, los resultados
de toda intervención deben conducir a mejorar el
aprendizaje y usos de la lengua.
Así, la orientación práctica se combina con un saber
originado en el escenario pedagógico y a su vez se
revierte en este, estableciendo una relación entre
teoría y práctica o, como lo denominan Grifths
y Tann (1992), una relación entre teorías públicas