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Transdisciplinariedad en los Estudios Generales para la praxis
de la democracia1
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Transdisciplinarity in Liberal Arts for the
praxis of democracy
Recibido: 17 de octubre de 2021 | Aprobado: 23 de noviembre de 2021
Resumen
Este ensayo pretende enfocar cómo los modelos educativos
inuenciados por la fragmentación del conocimiento han ido
convirtiendo la educación en un diseño que nos aleja de poder
comprender los problemas complejos de la actualidad. Además,
se puede observar que están más orientados a responder a las
necesidades del mercado, de tal forma, que se han descuidado aspectos fundamentales en la formación del
ser humano y aquellos que propician la promoción y sostenimiento de la democracia. Este documento ofrece
una mirada a algunas deciencias percibidas y cómo un diseño transdisciplinar de Estudios Generales puede
transformar la educación y ser un puente para la praxis de la democracia. La educación es el medio idóneo
para aanzar el ejercicio de la práctica democrática, en ella se gesta el desarrollo de personas con capacidad
de debatir, con el propósito de lograr el fortalecimiento de dicha práctica. Es a través de la educación que
se puede dar respuesta a las necesidades detectadas en el devenir social. Para ello, es necesario entender
las deciencias y orientar los esfuerzos para recuperar el rol de la educación en benecio del bien común y
por ende de la democracia. Mediante el desglose del tema “Transdisciplinariedad en los Estudios Generales
para la Praxis de la Democracia” se enfocan los siguientes subtemas: ¿Qué es la educación?; Convergencia
entre democracia y educación; La educación como mercancía y El papel de los Estudios generales en el
fortalecimiento de la democracia, para tratar de responder la pregunta: ¿Cómo pueden los Estudios Generales,
sustentados en un enfoque transdisciplinario, favorecer la praxis de la democracia?
Palabras clave: Estudios Generales, transdisciplinariedad, democracia
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1 Ponencia presentada en junio de 2021 en el XII Simposio Internacional de Estudios Generales (modalidad virtual). Ponticia Universidad Católica Madre
y Maestra (PUCMM), República Dominicana y Red Internacional de Estudios Generales (RIDEG).
* Docente Investigadora en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Tiene estudios en Psicología, Maestría en Educación Social y Animación Sociocul-
tural y en Arteterapia Integrativa, Doctorado en Educación. Su línea principal de Investigación está centrada en Ciencias Sociales, Estudios Generales y
Transdisciplinariedad. Para contactar a la autora: maria.cordoba@intec.edu.do Orcid: https://orcid.org/0000-0002-8827-457X
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ISSN (en línea): 1814-4152 / Sitio web: http://cuaderno.pucmm.edu.do
CÓMO CITAR: Córdoba, M. (2022). Transdisciplinariedad en los Estudios Generales para la praxis de la democracia. Cuaderno de Pedagogía Universitaria,
19 (37), 8-18.
María Elena Córdoba*
Instituto Tecnológico de
Santo Domingo (INTEC)
maria.cordoba@intec.edu.do
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CUADERNO DE PEDAGOGÍA UNIVERSITARIA | VOL. 19 NÚMERO 37 | PP 8 - 18
Abstract
This essay aims to focus on how educational models, inuenced by the fragmentation of knowledge, have
been turning education into a design that takes us away from being able to understand today’s complex
problems. In addition, it can be observed that they are more oriented to respond to the needs of the market,
in such a way that fundamental aspects have been neglected in the formation of the human being, and those
that favor the promotion and maintenance of democracy. This document offers a look at some perceived
shortcomings and how a Transdisciplinary Liberal Arts design can transform education and be a bridge to
the praxis of democracy. Education is the ideal means to strengthen the exercise of democratic practice, in it
the development of people with the ability to debate is gestated, with the purpose of achieving the strength-
ening of said practice. It is through education that it is possible to respond to the needs detected in the
social evolution. Above all to strengthen it and make it a stronger core over time, conditioning itself to future
needs for its maintenance. For this, it is necessary to understand the deciencies and guide efforts to recover
the role of education for the benet of the common good and therefore democracy. By breaking down the
topic “Transdisciplinarity in Liberal Arts for the Praxis of Democracy” the following subtopics are focused:
What is education ?, Convergence between democracy and education, Education as a commodity and The
role of Liberal Arts in the strengthening democracy, to try to answer the question: How can General Studies,
based on a transdisciplinary approach, favor the praxis of democracy?
Keywords: Liberal Arts, transdisciplinarity, democracy
Introducción
La educación como proyecto para enseñar a pensar
y fortalecer el desarrollo del pensamiento crítico, en
teoría está muy bien explicado. Sin embargo, es
difícil llevarlo a la práctica porque casi la totalidad
de los actuales diseños educativos mantienen la
fragmentación del conocimiento y no reconocen la
complejidad y la incertidumbre. Esto se considera
indispensable para la comprensión de la realidad.
Con frecuencia responden a las necesidades del
mercado y resultan convenientes para la formación
de sujetos adaptados a la sociedad.
El humanismo y la losofía desaparecieron de
los currículos a la par que aoró la generación
de jóvenes que ni estudian ni trabajan, que
cambian de carrera varias veces, que abandonan
carreras, como respuesta a un modelo neoliberal
con acrecentamiento de la pobreza material y la
pobreza simbólica, reejada en la dicultades para
la capacidad de abstracción, de comunicación y
problemas de identidad. Es la cultura de la confusión,
pues, con frecuencia los jóvenes no saben para
dónde van, ni quiénes son, o qué quieren hacer con
su vida. Morín (2011) dice al respecto:
Con la marginación de la losofía y la literatura,
en la educación es cada vez más precisa la
posibilidad de enfrentarse a los problemas
fundamentales y globales del individuo, del
ciudadano, del ser humano. Para poder plantear
estos problemas es necesario reunir una serie
de conocimientos separados en disciplinas.
Se exige, así, una forma más compleja de
conocer, de pensar. Mientras no relacionemos
los conocimientos según los principios del
conocimiento complejo, seremos incapaces
de conocer el tejido común de las cosas; sólo
veremos los hilos del tapiz, pero no podremos
identicar el dibujo en su conjunto. (p. 148)
La cultura de la inmediatez, líquida, como le llama
Bauman, se caracteriza porque no existe verdadera
democracia ni valores donde importe el otro, prima
el individualismo, nada dura. La juventud no lee, ni
un WhatsApp si es largo se lee. Al no leer, se tiene
una comunicación empobrecida; se habla poco;
se escribe poco; lo cual contribuye a mantener la
pobreza simbólica. Podría llamarse a esta sociedad:
“la sociedad del cansancio”, “del puro presente”.
En tal escenario los jóvenes terminan construyendo
“el yo” rápidamente, sin esperar, en una confusión
total entre lo público, lo privado y lo íntimo, debido
a la falacia que hay detrás de muchas supuestas
informaciones que se dan por las diferentes redes
sociales y a esta necesidad de estar expuestos en
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todo lo que se hace, porque si no se muestra, no
existe. Con un exceso de virtualidad y falta total
de vincularidad.
En este escenario falta sentido real de comunidad,
de responsabilidad social, todo acontece desde la
individualidad. Las características de esta sociedad
del consumo y el cansancio impiden el desarrollo del
espíritu democrático y solidario y esto es así porque
el modelo neoliberal representa la cara opuesta a
la equidad y la justicia. Por ello, la propuesta que
aquí se presenta consiste en rescatar el sentido
democrático de la sociedad y la defensa del bien
común a través de la integración de saberes,
cosmovisiones, aceptación de la complejidad y
la incertidumbre, entre otras características de
la transdisciplinariedad, indispensable para el
desarrollo de los Estudios Generales, a través
de lo cual se podría recuperar el sentido de
comunidad. Complementando lo dicho, Nicolescu
(1996) plantea que la perspectiva transdisciplinaria
resulta necesaria si consideramos los importantes
derroteros que nos presenta la complejidad del
problematizado mundo en que vivimos.
1. ¿Qué es la educación?
La educación puede ser entendida de distintas
maneras, algunas posturas dan prioridad al
proceso educativo, unas al producto nal de la
educación, otras a las habilidades que desarrolla,
en n, hay diversas formas de concebirla. Si
tomamos en cuenta la postura de Rawls (2002),
en Lagomarsino et al. (2019), la dene como el
desarrollo y el entrenamiento de habilidades y
aptitudes, enseñanza cívica, constitucional, y medio
para la educación, al relacionarla con la cooperación
y la colectividad.
Así mismo, Lagomarsino et al. (2019) expresan
que el rol de la educación es guiar y formar al
individuo a lo largo del tiempo, y de allí considera su
importancia en la construcción de las consciencias
ciudadanas. Partiendo de esta última premisa, es
posible reexionar que la educación es el medio
idóneo para lograr fortalecer la democracia a través
de la formación de personas que estén equipadas
con las habilidades que les permitan debatir sobre
el mejoramiento del mismo sistema. Y, sobre todo,
fortalecer la democracia a través del tiempo,
considerando las adaptaciones necesarias a los
cambios que se dan en cada época.
En la misma línea, Morin (2011) plantea lo siguiente
sobre la educación:
La enseñanza actual proporciona conocimientos
sin enseñar qué es el conocimiento. No se
preocupa de conocer qué es conocer, es
decir, no estudia los dispositivos cognitivos, sus
dicultades, sus debilidades ni su propensión
al error, a la ilusión. Porque todo conocimiento
comporta un riesgo de error y de ilusión (p.147)
Para Freire (citado por Verdeja, 2019, p. 1) “el
principal valor y objetivo de la educación es la
transformación de un mundo desigual e injusto en
uno ético y profundamente solidario”. En este caso,
el autor enfoca la educación como un proceso que
busca la transformación, la ética y la solidaridad.
Este propósito de cambio que le impregna Freire a
la educación lo acompaña de una práctica docente
utópica y de esperanza, que reconoce la gran
dicultad del cambio, pero a la vez, reconoce su
posibilidad.
Además, sostiene que, para lograr ese cambio
en el mundo, es vital utilizar una mirada crítica
al enfocarse en el mundo en que la práctica
pedagógica y la práctica política son inherentes.
Este es un aspecto fundamental de su pedagogía
crítica donde plantea: “La lectura crítica del mundo
es un quehacer pedagógico político indivisible del
quehacer político pedagógico, es decir, de la acción
política que envuelve la organización de los grupos y
las clases populares para intervenir en la reinvención
de la sociedad” (Freire 2010, citado en Verdeja,
2019, pág.4). A través de este planteamiento,
Freire nos lleva a pensar en la indudable inuencia
que tiene el ámbito sociopolítico en la educación,
situación que diculta la transformación, pero no
la torna imposible.
Los autores mencionados coinciden en el elemento
colectivo, social, humano y transformador que
conforma a la educación. Desde sus diversas
perspectivas reconocen dentro del concepto
de la educación su papel en la construcción,
transformación y sostenimiento de la sociedad.
2. Convergencia entre democracia y educación
El signicado etimológico de la palabra democracia
es “poder del pueblo” o “gobierno del pueblo”. El
uso del término se extiende a distintos ámbitos
fuera del político para referirse a la posibilidad de
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que exista una participación equitativa de todos
los involucrados dentro de una situación, así como
en la toma de decisiones, esto puede aplicarse al
ámbito laboral, familiar y educativo, entre otros.
Miranda (2017) dene la democracia como “el
régimen político que, mediante el razonamiento
público y las instituciones de gobierno reguladas
por el control ciudadano y las leyes, busca la libertad
y la justicia” (p. 2).
Por su parte, Novoa et al. (2019) plantean:
La democracia como opción de vida implica a
un sujeto consciente de ser un agente moral
y político donde la acción política, el debate,
la participación, la intención transparente, se
constituyen en el camino para resolver los
conictos de carácter convivencial, dialógico
y de poder. De ahí que el sujeto ético político
debe ejercer un compromiso que va más allá del
proyecto personal para asumir los problemas y
desafíos de orden social y poderlos transformar
con su capacidad de decisión. (p. 66)
En este planteamiento reconocen varias habilidades
que deben ser inherentes al sujeto que vive en
democracia para poder ejercerla conforme a la ética
y el bien común. Mencionan como relevantes el
debate, la participación, el carácter ético, resolución
de conictos y enfatizan la necesidad de ver más
allá del aspecto personal para poder enfrentar los
problemas de carácter social. De alguna forma,
se podría decir que el vivir bajo una genuina
democracia va a requerir que los sujetos sean
capaces de reconocerse en ese estado, velar por
el bien social y actuar en conformidad con el mismo,
lo que hasta el momento no ocurre completamente
en la mayoría de los regímenes que se denominan
democráticos. De allí puede surgir la negativa como
respuesta a la pregunta: ¿Está el modelo educativo
actual encausado hacia el desarrollo de sujetos con
las habilidades necesarias para reconocer, ejercer
y sostener el sistema democrático?
La educación y la llamada democracia, aun
cuando no cumpla los requisitos de todo lo que
debe garantizar, no han mantenido del todo lazos
estrechos. La educación actual, promovida por el
neoliberalismo, va a la par de las necesidades del
mercado, cuyo n es desarrollar competencias y en
ocasiones priorizando los requerimientos del ámbito
laboral. Se ha removido la parte humanista que es
indispensable en la educación; en consecuencia, el
paradigma de la educación actual se vuelve contrario
a los principios de la democracia. (Lagomarsino et
al. 2019).
Con frecuencia, la educación representa una
herramienta de poder que opera a través de un
diseño capaz de desarrollar competencias anes
al sistema social, de tal manera que los sujetos
respondan sin cuestionamientos a ese modelo de
sociedad. Por esta razón, los esfuerzos por enseñar
a pensar y promover el desarrollo del pensamiento
crítico resultan un reto enorme en la práctica, a
veces insalvable. Esto así porque muchos modelos
educativos no tienen espacio para ello, ni tampoco
interés de que ocurra, aunque en el planteamiento
teórico se diga lo contrario, en la práctica no
enseñan a pensar ni a cuestionar.
Al respecto, Novoa et al. (2019) consideran que debe
haber un encuentro entre educación y democracia
a través de modelos formativos que persigan la
integralidad, que se desprendan de la transmisión
de contenidos disciplinares. A su vez, que permitan
ubicar el conocimiento en una perspectiva que
favorezca el desarrollo de ciudadanos con
entendimiento del contexto histórico, social y
político donde viven. Para los autores esto sugiere
fomentar diálogos entre educación y sociedad,
en las instituciones educativas de los diferentes
niveles y modalidades, “procurando garantizar
seres humanos formados para la interacción,
la comprensión de las esferas socioculturales,
organizada para asegurar sujetos autónomos, que
sean capaces de realizar los tránsitos necesarios
para participar activamente en la construcción de
capital social” (p.62).
Para ello se requiere que los procesos de formación
enseñen a los ciudadanos a tomar decisiones, a
compartir y a convivir. Además, que sean expuestos
a experiencias de aprendizaje que promuevan el
diálogo productivo, la oportunidad de lidiar con
acuerdos y desacuerdos, en n, una experiencia
educativa que reeje lo que es vivir en sociedad y
en democracia. Para lograr esto, el mismo centro
educativo debe operar democráticamente. Ya que,
es evidente, que la educación enfocada en preparar
para el mercado, con el objetivo de responder al
sistema y sus necesidades, queda privada de los
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componentes esenciales que el ciudadano requiere
para accionar en favor de la perpetuación de la
democracia y el bienestar social.
Resulta obvio que la educación para la democracia
se torna en un tema primordial. Cada vez son
más necesarios los esfuerzos para romper con
el paradigma que ha llevado la educación a la
simple instrucción técnica de disciplinas inconexas.
Estas no ofrecen de manera individual una visión
de conjunto ni sentido práctico de aplicación y
para recuperar su carácter humanista. Hace falta
un modelo formativo integrador que trascienda
límites disciplinares, capaz de integrar contenidos,
epistemologías y cosmovisiones. De esta forma,
ello nos permitiría ver lo que no es tan evidente a
los ojos, pero que a la vez es tan relevante como
el surgimiento y desarrollo de una sociedad. Una
vía clara en este proceso de transformación y de
recuperación pueden ser los Estudios Generales, por
su carácter transdisciplinar. Pues, estos permitirían
retomar e integrar las artes, las ciencias sociales, las
humanidades, la cultura, los saberes ancestrales,
entre otros, y devolverles su rol fundamental.
Entre otras cosas, al tener diseños curriculares con
ausencia del humanismo, desaparece el sentido
de colectividad, donde los jóvenes se preocupen
por el bienestar común y sepan emplear sus
conocimientos en la búsqueda de soluciones
a problemáticas sociales. Además, no están
capacitados para dimensionar de manera integral
los problemas. Ni siquiera se cuestionan, muestran
apatía y desinterés por lo que le pasa al otro, lo
que evidentemente representa un riesgo para la
democracia, como se ha planteado anteriormente.
Un modelo educativo enfocado en fortalecer,
fomentar y mantener la democracia tendría como
misión apelar a la sensibilidad del ser humano.
Su propósito es sacar al estudiantado de la
mentalidad del consumo, donde lo importante es
adquirir bienes; satisfacer necesidades básicas
y entretenerse. Debe tratarse de una educación
que presente lo público como algo colectivo, pero
a la vez propio de cada individuo. Urge despertar
la noción de que lo que se encuentra fuera de mi
como individuo es igual o más importante que lo
personal y crear ese sentido de responsabilidad
con los demás y el entorno.
La transdisciplinariedad de los Estudios Generales
brinda la oportunidad de vincular todos estos
aspectos humanos al proceso educativo utilizando
una visión integral del aprendizaje donde se vuelve
a lo básico y a lo esencial. Es importante resaltar
que nada de esto pretende eliminar la educación
dentro de una profesión. Lo que se busca es
que el conocimiento disciplinar no sea el único
propósito de la educación, de tal forma que no
siga convirtiéndose en un negocio dejando de
lado su esencia humanista y atentando contra la
democracia. (Lagomarsino et al., 2019).
Todos estos aspectos son importantes para
considerarlos al momento de repensar el proceso
educativo juntamente con el individualismo, el
consumismo, el aprendizaje puramente disciplinar, la
preparación para encajar en un molde que satisfaga
las necesidades de diseños curriculares que no
son capaces de dar respuesta a la complejidad del
mundo real. Por lo que, no enseñan a pensar ni a
reconocerse en el otro y en el todo, con su propia
singularidad a la vez. De seguir esta tendencia,
¿hacia dónde llegaremos como sociedad?
Susnik (2014) hace una aproximación a la
educación democrática y para el fortalecimiento de
la democracia partiendo de algunos planteamientos
de Sócrates que el autor considera aun relevantes
para la realidad actual. Dentro de las enseñanzas
socráticas, Susnik resalta el diálogo y la importancia
que le da el lósofo. Comenta que para Sócrates
el diálogo debía estar presente como instrumento
principal en la educación. En este sentido, plantea
que:
“el diálogo no podría basarse ni tener sentido
sobre una concepción en la que no hay logos
(entendido como argumentación por medio
de palabras) objetivo, hacia el cual podamos
acercarnos. Un diálogo sin búsqueda de la
verdad termina siendo apenas una negociación
o una enmascarada lucha de poder” (p. 86).
Anteriormente se ha mencionado la importancia del
diálogo dentro de la educación y como herramienta
para mantener la democracia. Brindar la oportunidad
a los estudiantes de aprender a dialogar es un
elemento relevante que, posiblemente, tal vez por
asumir que esto es un conocimiento/habilidad
que ya tienen, pasa desapercibido dentro de las
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programaciones de las asignaturas del modelo
educativo actual. Es importante entender que no se
trata de cualquier diálogo, sino de un diálogo con
propósito que abra las puertas a un descubrimiento,
a la verdad, una verdad que les interese a quienes
dialogan, sin esta búsqueda de la verdad, el diálogo
pierde su esencia.
Otro aspecto de las enseñanzas de Sócrates
sobre la educación en democracia y para su
fortalecimiento que menciona Susnik (2014) es
la importancia de estimular la vida interior de las
personas. Al respecto, el autor plantea que:
La actividad educativa está llamada a favorecer
el recogimiento y la reexión profunda. Debe
centrar al sujeto en mismo, no para fomentar
cerrazones solipsistas, porque solo desde una
profunda interioridad es posible también una
profunda apertura a la realidad y a los demás.
(p.86)
Los educadores tenemos la renovada y
desaante tarea de dejar de ser informadores.
La educación ciertamente no consiste en la sola
transmisión de datos, cosa que incluso podría
perjudicar la verdadera labor educativa en pro
del pensamiento personal que la democracia
necesita. El fácil acceso a la información que
ofrecen las nuevas tecnologías subraya esta
realidad, pues ha ido convirtiendo al maestro
en transmisor de datos en una realidad
prácticamente obsoleta. Lo cierto es que, para
adquirir datos, los estudiantes casi ya no nos
necesitan. Pero tal vez nos necesiten para
encontrar, seleccionar y aprender a masticar,
a saborear y digerir esa información a la que
tan fácilmente pueden acceder si aprendieron
a buscarla y escogerla. Eso es algo que la
tecnología no puede enseñar. Solo puede
hacerlo, estimularlo y vigorizarlo un docente
que, con el ejemplo y a través de su tarea,
favorezca la vida interior, el pensamiento original
y la voluntad libre de los que están a su cargo.
Por eso hoy -como siempre, en realidad, pero
tal vez hoy especialmente- los educadores
estamos llamados a hacernos cargo de la difícil
tarea de ser maestros de la vida interior (Susnik,
2014, p. 87).
3. La educación como mercancía
Al reexionar sobre la educación que necesita la
sociedad del siglo XXI surge en el pensamiento la
tríada educación-ética-política como componentes
esenciales de la vida en una sociedad que es cada
vez más compleja. Estos tres componentes cuidan
del bienestar común y constituyen bienes sociales
y públicos que quedan fuera de la mercantilización.
Como ya se ha planteado, el rol primordial de la
educación es preparar a los sujetos para enfrentar
problemáticas sociales de manera crítica, bajo una
libertad responsable y dirigida a cuidar de otros. Así,
la educación se adentra éticamente en la “existencia
humana generando acciones políticas que implican
emancipar hacia otros modos de pensar cuya matriz
condensa las necesidades vitales de la sociedad
para ser transformadas”. (Novoa et al., 2019, p.64).
La educación y el conocimiento actual, con
frecuencia descontextualizado, deshumanizado y
fragmentado, están limitando la comprensión del
sentido sistémico y complejo que caracteriza la
mayoría de los fenómenos sociales. Al respecto,
Morin (2011) considera que:
La enseñanza debe ayudar a la mente a
emplear sus aptitudes naturales para situar
los objetos en sus contextos, sus complejos,
sus conjuntos. Debe oponerse a la tendencia
a contentarse con un punto de vista o una
verdad parcial. Debe promover un conocimiento
analítico y sintético a la vez, que ligue las partes
con el todo y el todo con las partes. Debe
enseñar los métodos que permitan captar las
relaciones mutuas, las inuencias recíprocas,
las inter-retro-acciones. (pág. 152).
En la actualidad el capitalismo juega un papel
predominante en las relaciones humanas y
transforma la percepción que tenemos del mundo.
Las políticas que se imponen desde las grandes
potencias del mundo afectan a los demás países,
incluyendo países latinoamericanos en vía de
desarrollo, que se encuentran en la posición de
modelos económicos que reducen la educación
superior a diseños disciplinares.
Sobre ello, Córdoba y Baraona (2021) han
expresado que:
El capitalismo actualmente controla las
relaciones humanas e inuye, de manera
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completa, en la visión que construimos del
mundo. Ha convertido a la educación en una
mercancía que se vende a los consumidores,
como convertido en una “industria” que funciona
igual que cualquier proceso productivo”;
perdiendo su sentido educativo. (p.40).
La educación muchas veces se convierte en un bien
que las universidades, respondiendo a los intereses
de los mercados y los bancos, venden a los
consumidores. El establecimiento de este modelo
de educación universitaria mercantil se establece
a través de la privatización de la educación pública
como política de Estado y la inclusión de lenguaje
empresarial en el mundo académico (Güechá,
2018). Es más que evidente que la educación ha
perdido su sentido de deberse a las necesidades
de la sociedad y reduce el conocimiento a una
mercancía. Esta mercantilización del conocimiento
compromete seriamente la relación educación-
ética-política que es tan relevante para el fomento
de la democracia, con un n simplemente mercantil
la educación se desvirtúa. Al responder a los
intereses del mercado y no a los de la sociedad y
del bienestar común, dejan de lado la consciencia
critica, la práctica ética y política, la acción humana
y los conocimientos y habilidades necesarios en
los ciudadanos para poder perpetuar el estado
democrático.
Por su parte, Bejar et al. (2020) argumentan que
la formación profesional “ha tornado su ser en una
identidad técnico-mercantil en nombre del progreso
de la humanidad. Esta concepción ha mutilado la
esencia misma del ser humano, con la praxis de
la anulación de las humanidades en la formación
profesional”. (Bejar et al., 2020, p.101).
En la misma línea, Tünnermann (2011, p. 9) expone:
Otro fenómeno nuevo es la emergencia de las
universidades corporativas, cuya preocupación
principal no es la calidad sino el negocio
lucrativo. Estos consorcios cotizan en las bolsas
de valores y, en algunos países, han comprado
verdaderos sistemas universitarios. También
están las universidades empresariales, creadas
por las propias empresas para dar adiestramiento
a su personal o generar tecnologías de punta
que hagan más competitivos sus productos.
Este fenómeno es otra indicación de que el modelo
educativo actual no responde a lo que es el propósito
real de la educación ni a las necesidades humanas,
sociales y políticas que son inherentes al bienestar
común. La educación ya no es concebida como
un bien público universal y su propósito ya no es
solucionar problemas a través del conocimiento,
ni responder a la satisfacción de aspiraciones
personales y sociales.
Cuando la educación es un bien común, los
conocimientos que produce son compartidos
y perdurables mientras que, cuando es un bien
mercantil, los conocimientos son propiedad privada
y su propósito consiste en generar ganancias. Esta
transformación de bien común a bien privado
hace que la educación deje de ser un derecho
y patrimonio común de la humanidad, y pase a
ser un servicio donde la utilidad real de un saber
determinado pasa a un segundo plano (Güechá,
2018).
Por otro lado, Vélez y Sánchez (2020) consideran
que los rápidos y agresivos avances tecnológicos
promovidos por el capitalismo desvirtúan de
humanidad a las universidades y a sus estudiantes
en una sociedad constantemente en crisis
Añaden que el enfoque que se le ha dado a la
educación de ser un proceso de aprendizaje
de destrezas y procedimientos técnicos queda
divorciado de la esencia de la educación como
proceso dinámico de humanización.
Güechá (2018) añade que de esta manera se
establece un modelo educativo en el que se
desprecian los considerados poco rentables, se
desdice de la cultura y se implanta un tono comercial
y empresarial que unica la educación universitaria
alrededor del marketing. La privatización de la
educación conspira contra la libertad de difusión del
conocimiento, ya que el patentar los descubrimientos
de investigación de las universidades condiciona
el conocimiento a nes netamente corporativos y
subordina a la universidad a los intereses del capital,
reduciendo el saber a una actividad mercantil. Esto
le quita libertad a los investigadores y posibilidades
de adquirir conocimiento a los estudiantes que no
puedan acceder a esta maquinaria educativa.
4. El papel de los Estudios Generales en el
fortalecimiento de la democracia
Es necesario reconocer que en las propuestas
educativas se ha debilitado el sentido real de
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comunidad, de responsabilidad cívica y ciudadana y
prima la individualidad, en ese escenario. Entonces,
¿de qué democracia estamos hablando? pasó a ser
una entelequia, en la sociedad del consumo y del
cansancio. La juventud se muestra indecisa, sufre
para decidirse, le cuesta conseguir o mantener un
trabajo, arriesgarse, atreverse.
Sin embargo, hay otra forma de hacer frente a
la educación. Nicolescu (1996) plantea que el
individuo y la sociedad están estructurados por
la educación. La educación se encuentra en el
centro de nuestro devenir, ya que se estructura
por la educación que es impartida en el presente,
aquí y ahora, de esta forma es posible asumir la
educación como un puente capaz de establecer
nuevos horizontes, que enseñe a mirar más allá de
los límites disciplinares. Por lo que, es necesario
superar y atravesar obstáculos y es posible hacerlo
con un enfoque que abrace la transdisciplinariedad.
Córdoba (2020), haciendo referencia a Latapí, indica
el eterno compromiso que siempre evidenció con
la educación como elemento indispensable para
accionar por la construcción de un mundo mejor.
“esa postura profundamente humana y pedagógica,
representa una invitación a preservar los principios
de los Estudios Generales y reforzarlos con teorías
pedagógicas que resulten soporte y ayuda para la
reexión y la mejora” (pag. 94).
Por su parte, Artidiello et al. (2017) creen que la
transdisciplinariedad resulta el paradigma idóneo
para llevar a cabo una educación capaz de
responder a las demandas del mundo actual “de
manera tal que intervenga la participación de todas
las dimensiones del ser humano, que posibiliten
un aprendizaje a través de sus experiencias y
de la reexión, de manera integral” (p. 21). Las
autoras agregan que debido a que continúan
modelos educativos que priorizan las disciplinas
y la especialización, es necesario recuperar
la integración de los saberes, para lo que hay
que generar un cambio de paradigma hacia la
transdisciplinariedad que reconoce la complejidad
y la incertidumbre. Partiendo de este razonamiento,
la transdisciplinariedad resulta la base indispensable
de los Estudios Generales.
La educación general enfatiza la formación integral
de los estudiantes a través del descubrimiento de
los fundamentos culturales de todas las formas de
construir y organizar el conocimiento a través del
tiempo y conectado con la realidad actual. Vélez
y Sánchez (2020) reeren a los estudios generales
como la posibilidad de recuperar la relación individuo/
especie/sociedad, sin supeditar uno al otro, sino
en un equilibrio integral. Más adelante explican que
resulta necesario reconocer la complejidad de la
existencia humana y la conexión inherente de todos
los elementos que la posibilitan para propiciar la
re-vinculación holística de los saberes.
Rodríguez (2021) plantea que es necesario
democratizar el deseo de los ciudadanos de manera
que puedan asumir como un derecho el poder
aportar sus propias visiones del futuro, que se les
escuche y tome en cuenta. Y agrega:
El problema de la democratización del
debate sobre el futuro y la participación de
los ciudadanos fue iniciado por Alvin Tofer
(1985): “al votante se le consulta acerca de
problemas especícos, nunca acerca del futuro
que preere… En las raras ocasiones en que
se le consulta, resulta que no hay un medio
organizado para que sus ideas entren en la
arena política. Yugulado del futuro, se vuelve
políticamente un eunuco”.
Tal democratización no es posible si no existe
una conciencia ciudadana desarrollada en cada
ser humano para poder construir ese proyecto
de futuro. De allí la importancia de reconocer
que compartimentar los saberes y especializar la
enseñanza no es suciente, ni es una representación
real de lo que necesitamos como personas y como
sociedad. Por esto, los Estudios Generales, a través
de la trasndisciplinariedad como soporte, resultan
una respuesta a esa necesidad de integración y de
formación de los ciudadanos en aspectos humanos
que tanto se necesitan para generar bienestar
personal y colectivo.
Desde los Estudios Generales se ha asumido
la responsabilidad de promover la conciencia
ciudadana tolerante, sensible a las diferencias
(culturales, raciales, de género, de posturas políticas,
entre otras) y anclada en la empatía y solidaridad sin
descuidar el desarrollo de competencias cognitivas
e intelectuales. Dada la importancia de este rol que
asumen los Estudios Generales, resulta fundamental
16
que se sustenten en un enfoque transdisciplinar y
a partir de esta aproximación y del entendimiento
de la interrelación que existe entre los distintos
aspectos de la vida humana y de los saberes. Estos
pueden propiciar prácticas cotidianas que hagan
eco de una ciudadanía compleja y colectiva que
promuevan espacios democráticos.
Cuando no somos capaces de percibir la
colectividad, se produce una desconexión entre
nuestra existencia personal y la responsabilidad con
la colectividad. Como se ha venido mencionando
a lo largo del ensayo, ese enfoque especíco e
individualista, donde solo se piensa en el bienestar
personal, puede ser un riesgo para la democracia.
En la actualidad, debido a la frecuencia de la
mercantilización de la educación, se hace cada vez
más evidente. La desvirtualización del propósito de
la educación ha generado que el afán por producir
ganancias nebulice lo que realmente importa en la
formación de las personas. A través de los Estudios
Generales se puede apelar al desarrollo de la
autonomía personal que no pierda de vista atender a
lo que hacemos unos por otros en la esfera pública,
entendiendo esto como característica de la libertad
(Smith, 1997, citado en Vélez y Sánchez, 2020).
La transdisciplinariedad de los Estudios Generales
juega un rol esencial para la formación del liderazgo
democrático a través de la promoción de la
capacidad analítica que habilite a los estudiantes
para integrar saberes diversos y comprender los
problemas contemporáneos en su complejidad;
que son habilidades necesarias para la ciudadanía
democrática (Rodríguez, 2011). En una sociedad
donde poco es cuestionado, urge que desde la
esencia de los Estudios Generales se forme a los
estudiantes en la capacidad de reexión y en el
accionar desde el análisis crítico. Para ello, dentro
de esta formación educativa, debe respirarse
un aire de libertad y autonomía y darse carácter
relevante de vuelta al humanismo, a recuperar la
dignidad humana como un valor prioritario, para
lograr fomentar la democracia. Estos Estudios
Generales necesariamente podrán dar respuesta a
las necesidades de la complejidad del mundo actual
por estar sustentados en la transdisciplinariedad.
Hay aquí un aspecto capital de la evolución
transdisciplinaria de la educación: Reconocerse
a mismo en el rostro del Otro. Se trata de un
aprendizaje permanente que debe comenzar en
la más tierna infancia y continuar a lo largo de
la vida. La actitud transcultural, transreligiosa,
transpolítica y transnacional nos permitirá
así profundizar mejor nuestra propia cultura,
defender mejor nuestros intereses nacionales,
respetar mejor nuestras propias convicciones
religiosas o políticas. (Nicolescu, 1996, p. 95).
Conclusiones
El diseño educativo actual tiene debilidades y por
más que se lleven a cabo reformas curriculares
y se replanteen las estrategias de enseñanza
aprendizaje, no se logra dar respuestas a las
necesidades reales de la complejidad del mundo ni
encausar hacia el bienestar social y la democracia.
La mayoría de los esfuerzos que se han realizado
no han dado los frutos esperados, probablemente
porque la inuencia del capitalismo y la forma en
la que han moldeado los requerimientos de los
egresados de las universidades están muy alejados
del propósito real de la educación y más enfocados
a la producción y a perpetuar los intereses del
sistema.
La pérdida del humanismo y de la perspectiva
holística en la educación ha tenido como
consecuencia la desconexión del individuo con
su entorno y la responsabilidad con la sociedad.
Los estudiantes son privados de desarrollar las
habilidades necesarias para entender, promover y
mantener la democracia. Esto puede convertirse en
un problema serio conforme va pasando el tiempo.
La transdisciplinariedad de los Estudios Generales
desde su naturaleza integradora y humanista resulta
un excelente medio para retornar ese sentido de
comunidad que tanto hace falta en las aulas. Esto
es así porque:
El pensamiento fragmentado es incompatible
con la búsqueda de la paz sobre esta
Tierra. La emergencia de una cultura y de
una educación para la paz reclama una
evolución transdisciplinaria de la educación
y, particularmente, de la Universidad…La
Universidad renovada será el hogar de un nuevo
tipo de humanismo. (Nicolescu, 1996, p. 98).
El sistema educativo jamás podrá evolucionar si
no es capaz de importantes transformaciones que
asuman la complejidad, la relación entre las cosas,
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CUADERNO DE PEDAGOGÍA UNIVERSITARIA | VOL. 19 NÚMERO 37 | PP 8 - 18
el reconocimiento del otro, con seres humanos
capaces de pensar los problemas individuales y
colectivos en su complejidad como dice Morin
(2011). Y más adelante plantea que, así como un
sistema diseñado con tales parámetros, inclusivo,
que integra conocimientos, atraviesa fronteras
disciplinares y vincula epistemologías, también
posibilitaría el desarrollo de la sensibilidad ante la
ambigüedad, la integración, los antagonismos y
lo multidimensional de todos los fenómenos. Esto
daría la oportunidad de reconocer la complejidad
e incorporarla en todo proyecto educativo.
Para que la transdisciplinariedad a través de los
Estudios Generales pueda fortalecer la democracia,
se requieren diseños educativos novedosos e
integradores. Donde se enseñe a ver el todo, las
partes y las interacciones existentes entre sí, con una
mirada holística que enarbole el sentido cívico, ético
y social de tal manera que el estudiantado desarrolle
habilidades para la vida en sociedad, pensando en
el bien común con criterio ciudadano y humanista,
en sistemas verdaderamente democráticos.
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