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Adicionalmente, según el TPB, la actitud hacia un
comportamiento emprendedor está determinada
por el conjunto total de creencias conductuales
accesibles y la vinculación del comportamiento
a varios resultados, además de otros atributos.
Además, la fuerza de cada creencia es ponderada
por la evaluación de los resultados (Ajzen, 1991).
Así, si por ejemplo dos personas pueden y
tienen una creencia igualmente fuerte de que el
emprendimiento implica enfrentar nuevos desafíos,
uno de ellos puede ver estos desafíos positivamente,
mientras que el otro puede considerarlos como
desagradables. Este proceso de dos elementos
de formación de actitudes nos permite explicar por
qué las personas que tienen diferentes creencias
pueden exhibir actitudes idénticas y viceversa.
De su lado, tenemos la Teoría del Comportamiento
Planicado de Ajzen (1991; 2011) y Fishbein y Ajzen
(1975). De acuerdo con este modelo, el principal
predictor del comportamiento es la intención.
En este sentido, apunta a que la intención de
presentar un tipo especíco de conducta está
inuenciada por tres factores: (1) la actitud hacia
dicho comportamiento, (2) las normas subjetivas
y (3) el control conductual percibido. La teoría
del Comportamiento Planicado no solo permite
predecir el comportamiento, sino que también lo
explica a través de las actitudes, habilidades y los
valores de los individuos.
La Teoría del Comportamiento Planicado es
apropiada en ocasiones en que el comportamiento
es de difícil observación de manera explícita o el
mismo ocurre de forma que no es fácil predecir,
como es el caso de la conducta emprendedora
(Krueger et al., 2000). Así pues, esta teoría ha
sido aprovechada en el área de la exploración
del emprendimiento, debido a la carencia dada
la necesidad de exponer cientícamente los
concluyentes de la conducta emprendedora y la
jerarquía del propósito para presagiar esta conducta
(Ajzen, 2011). Este enfoque accede, además, desde
el punto vista individual, a entender el procedimiento
en las decisiones del inminente emprendedor
(Krueger y Carsrud, 1993; Fayolle y Liñán 2014).
Consecuente y previsiblemente, al unir intenciones
con una oportunidad en el ambiente apropiado, se
obtendrían como resultados que la persona exhiba
su comportamiento emprendedor personal (Ajzen,
2011).
Según la literatura, la tasa de formación de nuevas
empresas es la mejor métrica para evaluar el éxito
de la educación empresarial (Raposo y Do Paço,
2011). Sin embargo, otros estudios sugieren que
se deben investigar más criterios para predecir el
propósito y el desempeño empresarial. Muchos
investigadores (Bae et al., 2014; Fayolle y Gailly,
2009; Oosterbeek et al., 2010) están de acuerdo
en que un programa de educación empresarial
debe aumentar la conciencia empresarial de los
estudiantes, además de permitirles desarrollar aún
más sus habilidades organizacionales y enseñarles
cómo poner la teoría en práctica y resaltar el espíritu
empresarial como una opción de carrera (Patricia
y Silangen, 2016). La educación empresarial,
según Schoof (2006), es fundamental para ayudar
a los jóvenes a desarrollar cualidades y actitudes
empresariales, así como para comprender el espíritu
empresarial como una opción profesional. En 2004,
la Comisión Europea para la educación sugirió
que la educación empresarial se incluyera en los
currículos e instituciones educativas nacionales de
todos los Estados miembros de la UE. La educación
empresarial, por lo tanto, se reere tanto a la
capacitación como a las actividades motivadoras
en un sistema educativo, que ofrece a los
estudiantes el acceso a aprendizaje y entrenamiento
sobre habilidades, inspiración y conocimientos
empresariales para emprender negocios (Ekpoh y
Edet, 2011). Sin embargo, el espíritu empresarial
generalmente se enseña en los departamentos de
estudios económicos, a menos que sea parte de
un curso especíco de alguna otra disciplina. Se
demostró que las intenciones empresariales se ven
inuidas positivamente por la participación en la
educación empresarial, aumentada por las redes
sociales y las actividades de coaching (Küttim,
2014).
La exploración del papel de la instrucción
en emprendimiento a favor de la intención
emprendedora (IE) del alumnado ha permitido
identicar seis elementos precisos que contribuyen
a crear el apetito emprendedor, todos anes
principalmente al elemento actitud hacia el
emprendimiento y los problemas percibidos
de emprender. Esto sería ejemplo de que la
educación incide de manera positiva en la
intención emprendedora (IE), siempre y cuando