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del programa, le devela al estudiante un rol, un
escenario en el cual el conocimiento de la lectura
y la escritura tiene implicaciones.
Llegados a este punto, es importante comprender
algunas características generales del lector de la
época y su relación con la lectura. En la universidad,
este lector debe dar cuenta de una selección y
comprensión de textos disciplinares que se trazan
con el único n de comprender el contenido
completo de un curso. Allí nace un desafío y es
que los estudiantes que no siguen la ruta, no
alcanzan el nivel necesario, pero esto responde a
muchos aspectos. Entre ellos, uno ya mencionado
de forma somera es la posmodernidad, en términos
de Lyotard (2006), que se traduce en un mundo
globalizado, en el mundo digital. Un escenario
cultural donde la lectura y la escritura, lenta y
exigente, es epifenómeno del conocimiento, no
es eje ni vehículo. Esa construcción institucional
de la lectura y la escritura obedece a aquello que
se menciona como las culturas letradas, categoría
que desarrolla Estienne y Carlino (2004) haciendo
referencia a la constitución de una pequeña esfera
de signicados nutridos por las rutas que trazan
las bibliografías de la asignatura y los insumos que
deben ser zona de consulta en la sociedad de
conocimiento. Y que, sin embargo, a pesar de
estar en lo digital, en reservorios e incluso en OVAS,
objetos virtuales de aprendizaje, no conllevan a
estar alineados con esta cultura letrada. Es decir,
jamás el acceso va a remplazar el ejercicio propio
de reexionar y digerir lo que en sí mismo implica el
acto íntimo de la lectura y la manifestación pública
que es la escritura.
En este sentido, la lectura literaria en la universidad,
que igual puede ser parte de la lista de lecturas
del curso, es también, en cercanía a la propuesta,
una forma estética y poética de dialogar con los
estudiantes, allí hay una relación que puede explicar
Larrosa (2003) al exponer que la literatura puede
ser eso que nos pasa, es decir, una experiencia
de lectura compartida, porque todos vamos hasta
un lugar, porque juntos recorremos la ciudad, o la
noche o el cuerpo del tiempo. Y eso mismo permite
que la propuesta se manieste de esta manera:
Aíslas lo que has leído, lo repites o rumias,
lo copias, lo varías, lo recompones, lo dices
y lo contradices, lo robas, lo haces resonar
con otras palabras, con otras lecturas. Te vas
dejando habitar por ello. Le das un espacio
entre tus palabras, tus ideas, tus sentimientos.
Lo haces parte de ti. Te vas dejando transformar
por ello. Y escribes. (Larrosa, 2003, p.10).
Luzuriaga, citando a Burt, a propósito, dice: “en
la vida emocional, que es más característica de la
adolescencia, se intensican los impulsos primarios”
(Luzuriaga, 1963, pp. 75). Teniendo en cuenta que
los impulsos primarios son aquellas respuestas
que el sistema nervioso central emite como réplica
a los estímulos del medio ambiente, pensar en
el tema del arte es una percepción necesaria en
la educación, permitir que el estudiante pueda
expresar su emotividad característica le permite
también un ejercicio de liberación en el que puede,
incluso, cuestionar la autoridad y su autoridad
misma en el mundo, pero a partir de argumentos
y proposiciones coherentes con su propia realidad.
A propósito, Pozo (2008) expresa:
Aprendizaje sin enseñanza es una actividad
usual en nuestras vidas, y lo que es peor,
también lo es enseñanza sin aprendizaje. Hemos
de admitir que posiblemente la mayor parte de
nuestros aprendizajes cotidianos se producen
sin enseñanza e incluso sin conciencia de estar
aprendiendo. (p.163)
Adheridos al pensamiento de Pozo (2008), guiar
a los estudiantes hacia el aprendizaje e interés
de la lectura y la escritura partiendo de un tema
que ellos consideran interesante es mucho más
signicativo, motivante y liberador. El proceso de
aprendizaje se torna más ameno, agradable y hasta
podría constituirse el aula en un segundo hogar,
porque la enseñanza no descansa en el concepto,
la repetición o una simple valoración numérica, sino
que lo importante, el centro del proceso lo ocupa
el estudiante mismo, su bienestar y su felicidad.
Podríamos decir que lo importante no es que
aprenda conceptos o teoría, sino que desarrolle
competencias y lo haga en un contexto donde
se sienta feliz. Así se produce el conocimiento,
incluso sin darse cuenta, pues para el estudiante es
un proceso interesante en el que el conocimiento
se va dando como consecuencia de su bienestar
emocional.
Asimismo, Chuquilin, (2015), expone el fundamento
del constructivismo como enfoque actual del