CUADERNO DE PEDAGOGÍA UNIVERSITARIA | VOL. 21 NÚMERO 41 | PP 35 - 51
37
e intensidad de las acciones que realiza, la gestión
de su tiempo (Kuh y Hu, 2001). En denitiva, dicha
vinculación hace referencia a la “calidad del esfuerzo
que los estudiantes invierten en actividades valiosas
desde el punto de vista educativo que contribuyen
directamente al logro de los resultados deseados”
(p. 555). Leach y Zepke (2011) arman que la
responsabilidad de la implicación recae sobre tres
tipos de factores: a) entorno de aprendizaje; b)
motivación personal; c) circunstancias externas.
En opinión de Finn (1989), el centro escolar es un
espacio en donde se destaca la parte conductual
del alumno, pues durante su formación académica
hay cierto nivel de participación constante (a nivel
de institución, salón, actividades extraescolares,
asistencia, relaciones con compañeros, etc.). De
igual manera, el estado psicológico o emocional
puede inuir en el sentido de pertenencia del alumno
con la institución. De acuerdo con este autor,
los comportamientos no participativos pueden
caracterizarse por no aprovechar las estrategias
constructivas para el aprendizaje, o bien participar
en conductas negativas que pongan en desventaja
el aprendizaje (Finn, 1993).
Yorke (2006) menciona que las acciones tomadas
por las instituciones para involucrar a los alumnos
tienen un impacto signicativo sobre el éxito
académico, la reducción de tasas de abandono,
el nivel de empleabilidad y las actitudes positivas
hacia el aprendizaje a lo largo de la vida. De
manera similar, el referido autor sostiene que la
conanza en uno mismo, la ecacia y las cualidades
personales, junto con los atributos metacognitivos
del pensamiento, el aprendizaje y la resolución de
problemas son características importantes en la
implicación estudiantil. Por tanto, la relevancia de
estudiar el engagement está en conocer cómo
se involucran e implican los estudiantes con su
proceso de aprendizaje y qué estrategias pueden
emplear las instituciones para la mejora de sus
políticas y prácticas en busca de impactar en el
aprendizaje de los estudiantes (Kuh y Hu, 2001). La
implicación académica se vincula con el aprendizaje
profundo y efectivo cuando un estudiante construye
su propio conocimiento y, para que esto se lleve a
cabo, es necesario contar con la determinación y
el compromiso personal intenso de realizar algo.
Estos autores nos recuerdan la importancia del
contexto, del clima dentro de la universidad. Hoy
los factores contextuales no se limitan únicamente
al escenario universitario sino al entorno que viven
los y las estudiantes en medio de la incertidumbre
para el desarrollo de los procesos educativos, como
la generada por la pandemia del COVID-19. Por
tal motivo, en este trabajo centramos la atención
en la respuesta de los estudiantes durante el
connamiento, sin soslayar las situaciones en las
que se encuentran, tomando en cuenta también el
soporte de videoconferencias, asesorías vía Zoom,
Teams, webex, Meet, etc., correo electrónico o
WhatsApp, junto con las limitaciones o fallas en la
conectividad.
Gazca (2020) señala que, debido al cierre de escuelas
y la adaptación de la enseñanza en modalidad
virtual, los estudiantes se vieron forzados a aprender
desde casa con clases a distancia, lo que limitó
las posibilidades de continuar estudiando, ya que
no todos contaban con acceso a las tecnologías
o plataformas. Rujas y Feito (2021) arman que
las desigualdades educativas inuyeron en una
“pérdida de aprendizaje”. Por su lado, Jacobo
et al. (2021), en su investigación con estudiantes
mexicanos universitarios, evidenciaron que el miedo
al COVID-19 provocó en los jóvenes pensamientos
asociados a abandonar la escuela, sentimientos de
pérdida de tiempo por permanecer en ella, así como
la falta de comprensión en actividades escolares.
Por su parte, Rivera e Izquierdo (2020) indican que
los retos a los que se han enfrentado los estudiantes
durante la pandemia son los siguientes: Falta de
equipo y fallas de conectividad y de recursos
económicos, problemas emocionales, violencia
doméstica, pérdidas familiares, necesidad de
trabajo y falta de comunicación entre maestros y
alumnos (p. 150).
Lo más grave que enfrentó el estudiantado en el
tiempo de pandemia fue el duelo por las pérdidas de
familiares, los contagios y problemas económicos
(Rivera e Izquierdo, 2020). Además, las mismas
autoras señalan que estuvieron presentes ciertos
cambios emocionales en los estudiantes, tales
como la tristeza, el enfado, irritabilidad, angustia,