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La pregunta que generó el ejercicio reexivo y
la búsqueda de una práctica innovadora para
implementarla fue la siguiente: ¿Cuáles destrezas
comunicativas favorecen la escucha, al servicio
de procesos interactivos y comunicativos en
distintos contextos? El propósito especíco que
ha marcado la ruta para esta experiencia ha sido
desarrollar destrezas y habilidades comunicativas
inherentes a la comprensión oral (escucha) que
promuevan la interacción comunicativa. En tal
sentido, el contenido de este artículo está basado
en una propuesta metodológica que se propone el
desarrollo de habilidades cognitivas, pragmáticas y
textuales encaminadas a fortalecer la comprensión
de discursos orales, a través de la escucha, desde
distintos escenarios o situaciones comunicativas.
Fundamentación teórica
La palabra escucha, o la acción de escuchar,
implica la comprensión de mensajes orales. Es
por ello que se traduce a una de las competencias
comunicativas: la comprensión oral, asociada según
García (2006) a la interpretación, que conlleva
disposición y cooperación comunicativa, para dar
lugar a un auténtico acto comunicativo entre dos
o más personas.
No siempre el acto de escuchar surtirá los mismos
efectos. Por consiguiente, Lomas (1999) nos
revela cinco manifestaciones o modalidades de la
escucha: distraída, atenta, dirigida, creativa y crítica.
La primera (escucha distraída) se caracteriza por
la supercialidad y marginalidad. El interlocutor da
muestra de incapacidad para centrar la atención de
principio a n del discurso, debido a una serie de
variantes entre las que se destacan razones físicas,
psicológicas y sociales, además de carencia de
factores estratégicos de comunicación.
La segunda (escucha atenta) está asociada
a las emociones que fomentan la atención y
concentración demandadas por el propio acto de
escuchar. A esto se suman situaciones de interés
o utilidad que surgen entre los interlocutores, así
como también hechos curiosos que suscitan
la atención y concentración. Por otro lado, la
escucha dirigida contempla el conocimiento y
el razonamiento, además de la motivación. Esta
manifestación de la escucha va acompañada
por factores intelectuales, tales como el análisis,
la interpretación y la construcción, a partir de la
activación de esquemas mentales. Una cuarta
modalidad es la escucha creativa, que incorpora
o involucra la participación activa y dinámica de
los interlocutores, mediante procesos mentales y
cognitivos que al activarse favorecen la creación y
construcción de nuevas experiencias. Por último,
la escucha crítica surge como resultado del hábito
de implicaciones creativas, seguido de un grado de
conocimiento del contenido objeto de información,
lo cual se traduce en ponderación de mensajes
recibidos para someterlos a aprobación o rechazo.
Independientemente de las modalidades o
dimensiones mencionadas, es preciso destacar
los rasgos más usuales de la escucha cotidiana,
considerada por Cassany et al. (2007) como un
acto eminentemente activo y no pasivo. En ese
sentido, se nos advierte que escuchemos con un
objeto determinado; es decir, por algo y para algo,
y con expectativas de lo que vamos a percibir.
Es así que se crea y se recrea la interacción no
solo verbal, pues, como sostiene Briz (2008),
los ademanes y otros elementos no lingüísticos,
comunican y expresan en ausencia o complemento
de las palabras. Del mismo modo, Actis (2004) nos
recuerda incorporar elementos suprasegmentales
y ciertos recursos propios del código oral, tanto
como expresiones de control, pertinentes en estos
casos, en función de una mejor comprensión de
mensajes.
Si bien es cierto que los actos intercomunicativos
orales se recrean desde diferentes contextos
(formales o informales), seguidos de canales directos
(cara a cara, videoconferencia, videollamada) o
diferidos en el espacio (directo o indirecto), estos,
por ser estrictamente espontáneos y efímeros
(Calsamiglia y Tusón, 2007), demandan unas
habilidades cognitivas y metacognitivas, además
de afectivas, que contribuyen al éxito o ecacia
comunicativa, independientemente de la situación
o circunstancia que implique la escucha. Es por
eso que De Acedo (2010) nos invita a incorporar
la capacidad metacognitiva como elemento