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Booth y Ainscow (2015), así como la UNESCO (2021), presentan enfoques complementarios sobre
la educación inclusiva. Por un lado, los primeros introducen un modelo práctico mediante el índice
de inclusión, una guía que permite a los centros educativos evaluar y mejorar su nivel de inclusión
a través de la colaboración entre docentes, padres y estudiantes, para crear ambientes educativos
más justos. Este modelo adaptable facilita la implementación en diferentes contextos educativos,
aunque enfrenta limitaciones, como la posible resistencia al cambio y la falta de recursos para su
adecuada implementación.
Por su parte, la UNESCO plantea la inclusión desde una perspectiva de derechos humanos,
donde destaca que el acceso a una educación inclusiva es un derecho fundamental para todos los
estudiantes, independientemente de sus necesidades. Este enfoque aboga por políticas inclusivas
globales, al tiempo de enfatizar la necesidad de adaptar los currículos y formar al profesorado, además
de ejercer una influencia internacional que ayuda a estandarizar prácticas inclusivas en distintas
naciones. Sin embargo, esta propuesta de la UNESCO enfrenta desafíos en la implementación de
políticas inclusivas para contextos culturales y económicos diversos.
Ambos planteamientos comparten el objetivo de fomentar la educación inclusiva, pero desde
perspectivas distintas: Booth y Ainscow (2015) ofrecen una herramienta concreta y práctica para
aplicarla en las escuelas, mientras que la UNESCO brinda un marco global de derechos humanos y
políticas inclusivas. Juntos, estos enfoques aportan tanto recursos prácticos como una base política
para avanzar hacia sistemas educativos más equitativos.
Clasificación de las NEAE
Las situaciones en que los estudiantes necesitan mayor apoyo educativo están asociadas a
dificultades específicas en el aprendizaje, discapacidad y trastornos del neurodesarrollo, así como
los que tienen que ver con las altas capacidades, las diversas condiciones personales o historia
escolar, y diferentes condiciones del contexto sociocultural (MINERD, 2017b). En todo caso resulta
necesario conocer estas condiciones para entender el porqué es importante una actitud positiva
por parte de los docentes.
En específico, las necesidades que surgen en los primeros años de vida o durante la etapa de
desarrollo y que impiden el aprendizaje de nuevas competencias, habilidades o talentos se denominan
hoy en día trastornos del neurodesarrollo (Delgado y Agudelo, 2021). La Asociación Americana de
Psiquiatría (AAP, 2013) categoriza estos trastornos como afecciones que inician con el periodo
del desarrollo, generalmente en la etapa de escolaridad primaria, que producen deficiencias del
funcionamiento personal, social, académico u ocupacional. Esta categoría incluye los Trastornos
Específicos del Aprendizaje (TEA), el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH),
el Trastorno del Espectro Autista (TEA), la Tartamudez, el Trastorno del Habla, el Trastorno de la
Comprensión, el Trastorno Fonológico y el Trastorno Intelectual o Discapacidad Intelectual, Asociación
Americana de Psiquiatría (AAP, 2013).
Los trastornos del neurodesarrollo son provocados por alteraciones en el desarrollo de las funciones
que tienen que ver con la maduración del sistema nervioso central (MINERD, 2017b). Fiuza y
Fernández (2013, como se citó en MINERD, 2017b), establecen las características comunes de
los alumnos con trastornos del neurodesarrollo y consideran que sus raíces están en la infancia o
la adolescencia. Quienes presentan este cuadro muestran una variedad de retos en sus talentos y
habilidades, por lo que son personas que necesitarán ayuda extra.