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Asimismo, la respuesta recurrente de los estudiantes avala los supuestos que sustentan este trabajo
de investigación, los cuales establecen que el uso frecuente de celulares y otros aparatos electrónicos
en el aula afecta de forma negativa los niveles de concentración de los estudiantes universitarios.
En relación con el primer objetivo específico, se determinó que el 98 % de los estudiantes usa sus
celulares y otros aparatos electrónicos durante las clases. De este grupo, un 51.3 % reconoce usarlos
con frecuencia moderada, un 27.6 % con mucha frecuencia, un 19.1 % con poca frecuencia y un
2 % no los usa en lo absoluto. Estos datos respaldan los supuestos iniciales de la investigación,
que sugieren que los universitarios podrían asistir a clases sin un cuaderno o papel para tomar
notas, sin tabletas o computadoras, pero nunca sin un celular. Este hallazgo tiene implicaciones
tanto para el alumnado como para el cuerpo docente, ya que invita a una reflexión por parte de
ambos actores. En particular, se plantea la necesidad de cuestionar las estrategias pedagógicas y
las posibles brechas que permiten el uso de teléfonos para fines no académicos.
Los datos obtenidos también corroboran las conclusiones de Espinoza et al. (2021), quienes hacen
una precisión: “Usar la tecnología en el entorno académico no es algo nuevo, sin embargo, la forma
ha cambiado” (p. 154). Con esto, se refieren al aumento en el uso de la tecnología y la flexibilidad
que supone en los ambientes académicos. Actualmente, todos los estudiantes universitarios tienen
el privilegio no solo de contar con un celular, sino también de acceder a las redes a través de él, lo
que incrementa la frecuencia con la que lo utilizan debido a la interacción constante y el fácil acceso
a estas plataformas.
Del mismo modo, el hecho de que el porcentaje más alto de los estudiantes encuestados,
correspondiente al 38.9 %, indique que utiliza su celular de dos a tres veces durante una clase de
dos horas, junto con el segundo grupo mayoritario, que representa el 30.3 % de los estudiantes
y reconoce usarlo entre cuatro y cinco veces, y un grupo menor, que conforma el 29.3 % y lo
emplea de tres a cuatro veces, evidencia que la revisión frecuente de estos dispositivos afecta la
concentración del alumnado. Este comportamiento no se limita a recibir un mensaje, sino que en
la mayoría de los casos implica la necesidad de responder, lo cual supone una desconexión de la
actividad de aprendizaje para transportarse a otro contexto.
En cuanto al segundo objetivo específico, se buscó indagar sobre el uso real que el estudiantado
universitario hace de estas herramientas. Aunque, en el contexto de este estudio, el uso debería
ser exclusivamente académico, los resultados evidencian todo lo contrario. Es importante señalar
que el 78.9 % de los estudiantes encuestados tiene WhatsApp en su computadora y solamente
un 21.1 % no lo tiene. Además, afirman que contar con esta herramienta en sus dispositivos les
permite hacer un uso más discreto de la misma. Sin embargo, hay que destacar que, en el ámbito
académico, y específicamente en las sesiones de clase, WhatsApp no es una herramienta con un
alto potencial pedagógico y las razones por las que los estudiantes la tienen no están vinculadas
a sus aprendizajes.
Para el desarrollo de este objetivo, se elaboraron dos ítems adicionales (7 y 9) con el fin de establecer
una relación entre la frecuencia de uso general y la frecuencia de uso con fines pedagógicos y no
pedagógicos. En cuanto al ítem 7, que pregunta “¿con qué frecuencia usas tu celular y aparatos
electrónicos para investigar en bibliotecas en línea y páginas especializadas, diseñar presentaciones