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Reseña del libro “Enseñar a pensar para aprender mejor”
Review of the Book “Teaching to Think for Better Learning”
Evelyn Yirlana Vargas Hernández1
La presente reseña tiene como propósito exponer las principales apreciaciones del libro “Enseñar a
pensar para aprender mejor”, cuyo contenido se encuentra organizado en 7 capítulos distribuidos
en 3 partes: la primera plantea los antecedentes teóricos, expuestos en el capítulo 1; la segunda
parte, desde el capítulo 2 hasta el 7, explica las destrezas de profundización del conocimiento y
en la tercera parte, se presentan los anexos y el material con guías prácticas de aprendizaje. En
su desarrollo, las autoras buscan que las personas educadoras reflexionen acerca de su práctica
pedagógica y la necesidad de procurar nuevas y mejores formas para motivar el aprendizaje. El
libro se explica como un manual dirigido a educadores, con el objetivo de instruir en habilidades de
pensamiento que profundicen en la enseñanza.
En principio, este manual se establece como una herramienta para fomentar un enfoque pedagógico
centrado en el desarrollo de habilidades críticas en el proceso educativo. Su propósito es servir a
modo de herramienta práctica que fomente el pensamiento y facilite un aprendizaje más profundo
y efectivo. El posicionamiento teórico de las autoras pone de manifiesto que en muchos casos el
aprendizaje que logra el estudiantado (desde el grado escolar hasta el universitario) es superficial.
Consideran que esto se debe a que tanto las metodologías como las formas de evaluación están
centradas en la medición de los conocimientos memorísticos y, por lo tanto, es indispensable que el
docente disponga de herramientas que le permitan desplegar su potencial intelectual y aprender a
promover el de sus estudiantes. De esta forma, la propuesta planteada en el libro pretende aportar
soluciones para atender la necesidad de realizar un cambio en la formación del profesorado, el cual
probablemente aprendió con ese mismo modelo, y tiende a seguir reproduciéndolo .
Beas-Franco et al. (2003) buscan contribuir al entendimiento de la forma en que se aprende y cuáles
son las deficiencias que provocan un limitado aprendizaje. Con esta metodología, las escritoras
proponen desarrollar el máximo potencial intelectual en el estudiantado y, para ello, en la primera parte
explican críticamente el marco teórico de referencia (capítulo I), el cual describe cuatro importantes
antecedentes que han marcado el desarrollo del proceso educativo a lo largo de la historia.
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1 Doctora en Educación de la Universidad Católica de Costa Rica. Académica e investigadora de la Universidad Nacional de
Costa Rica. Para contactar a la autora: evelyn.vargas.hernadez@una.cr
ISSN (en línea): 1814-4152 / Sitio web: http://cuaderno.pucmm.edu.do
CÓMO CITAR: Vargas, E. (2025). Reseña del libro Enseñar a pensar para aprender mejor. Cuaderno de Pedagogía Universitaria,
22(43), 222-227.
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El primero de ellos abarca del paradigma conductista (que podemos entender desde el planteamiento
de autores como B.F. Skinner, Ivan Pavlov, John Watson) al paradigma cognitivista (con los postulados
de Jean Piaget, Lev Vygotsky, J. Bruner, entre otros). En este análisis, se observa que el docente del
enfoque conductista se centra en el producto final del aprendizaje, evaluando a través de medidas
objetivas y observando cambios en la conducta de los estudiantes. En contraste, el paradigma
cognitivista, que concibe el aprendizaje como un proceso de construcción activa, además de que tiene
en cuenta el conocimiento previo y el contexto del estudiante, pone énfasis en los procesos internos
y las estrategias mentales. En este sentido, las teorías expuestas por las autoras son fundamentales
para comprender cómo los seres humanos aprenden, cómo se organiza el conocimiento y cómo
se pueden diseñar experiencias de aprendizaje efectivas, haciendo énfasis en que el paradigma
cognitivista se basa en la comprensión de los procesos internos de la persona estudiante y su
interacción con el entorno. Este contenido se puede relacionar con planteamientos como los
estipulados por Piaget y Vygotsky, que subrayan la construcción del conocimiento, hasta Bandura
y Mayer, que exploran la influencia de la observación y los procesos cognitivos en el aprendizaje.
Los citados autores proporcionan las bases para desarrollar estrategias educativas que fomenten
el aprendizaje autónomo, reflexivo y crítico.
El segundo antecedente está relacionado con el enfoque constructivista y es denominado por
las autoras como “Modificabilidad de la inteligencia”. Beas-Franco et al. (2003) indican que no
aprovechamos en su totalidad el potencial intelectual que poseemos y es aquí que se introduce el
concepto de la “Zona de Desarrollo Próximo de Vygotsky’”, donde se enfatiza la importancia del
mediador en el proceso educativo y al respecto destaca cómo este puede facilitar el aprendizaje y
el desarrollo de habilidades, al situarse en la intersección entre lo que el estudiantado ya sabe y lo
que puede alcanzar con ayuda.
En tercer lugar, se hace referencia a “El pensamiento de buena calidad” proponiendo que el
pensamiento efectivo debe ser crítico, creativo y metacognitivo, tres características fundamentales
que implican una capacidad de reflexión sobre el propio proceso de pensamiento. Esta propuesta
se fundamenta en los principios pedagógicos de Paulo Freire, quien abogó por una educación que
fomente el análisis crítico y la creatividad como elementos esenciales en el desarrollo del pensamiento.
Como cuarto aspecto se propone “Un modelo integrado para el aprendizaje profundo”, con tres
componentes: el primero, que integra diversas dimensiones de aprendizaje como las delineadas
por Marzano et al. (1992), donde se incluyen aspectos como actitudes y percepciones, integración
del conocimiento, profundización y extensión de los saberes, uso significativo de la información,
así como adopción de hábitos mentales productivos. Todos estos elementos son fundamentales
para crear un entorno de aprendizaje que fomente la curiosidad y la reflexión. El segundo destaca
el concepto de infusión del pensamiento, tal como lo plantean Swartz y Perkins (1992), y se sugiere
que es posible enseñar habilidades intelectuales a través de los contenidos curriculares, promoviendo
así un enfoque más dinámico del aprendizaje. Finalmente, el tercer componente plantea que el
concepto de aprendizaje profundo se define como un proceso que trasciende la mera adquisición
de conocimiento. Este enfoque implica no solo dominar la información, sino también transformarla y
aplicarla para resolver problemas concretos en contextos reales. En el desarrollo de dicho proceso
existe una intrínseca relación entre el pensamiento y los postulados del docente en cuanto a las
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expectativas y necesidades de los educandos, debido a que por medio del discurso se legitiman
las experiencias personales, sociales y cognitivas de ambos participantes (educador-educando),
durante los pasos de construcción del aprendizaje.
La segunda parte del libro es de carácter práctico. Contiene guías para desarrollar sesiones de
aprendizaje y ejercicios sobre las destrezas de profundización del conocimiento definidas por las
autoras. En el capítulo 2, se explica lo que significa “La confiabilidad de las fuentes de información”.
Esto es indispensable en el ámbito académico para dar mayor significatividad y validez a los datos
que se manejan. La fuente es la persona, el documento o el objeto de donde emana la información,
mientras que la evidencia es la prueba que se presenta. Más adelante, en el capítulo 3, se desarrolla
el tema de “La comparación”, indicando que comparar es una destreza del pensamiento que
consiste en articular semejanzas y diferencias esenciales entre dos o más entidades, para alcanzar
un propósito específico. La comparación nos ayuda, de este modo, a profundizar el aprendizaje,
ya que para llevar a cabo el proceso correspondiente se requiere de un pensamiento sistemático y
riguroso. Aquí se aportaría el pensamiento crítico, que revise el conocimiento adquirido descubriendo
nuevas relaciones y conclusiones.
Por otra parte, en el capítulo 4, denominado “La inducción”, se establece que las inferencias pueden
ser deductivas e inductivas. La inferencia de inducción está presente en nuestra vida diaria cuando
razonamos a partir de la experiencia. En cambio, hablamos de inferencia deductiva o deducción
cuando extraemos conclusiones a partir de teorías o de principios generales. Para lograr un proceso
de inducción de forma sistematizada, las autoras del libro recomiendan iniciar con la aclaración del
concepto, luego diferenciar los hechos de su interpretación para buscar regularidades o relaciones
entre los hechos para, posteriormente, formular las conclusiones que expliquen las regularidades
observadas y comprobar las conclusión con otras observaciones, de modo que se pueda pasar a
formular una generalización y finalmente aplicar esa generalización alcanzada a otras situaciones.
En el caso del capítulo 5, se indica que “La abstracción” es una destreza intelectual de profundización
y extensión que consiste en identificar los elementos esenciales de una información, para identificar
un patrón general y transferirlo a otras situaciones. En el capítulo 6, “Análisis de perspectivas”,
se desarrolla el concepto de análisis en general, al cual se le reconoce como una típica destreza
de profundización del conocimiento, ya que implica una mirada minuciosa y sistemática de un
determinado objeto de observación. Las autoras proponen que, al intentar enseñar esta destreza, sea
indispensable considerar dos factores: “Por una parte, el fenómeno o situación sobre la cual se toma
una posición y, por otra, los valores de las posiciones tomadas” (p.79), tomando como fundamental
considerar el fenómeno o situación que se está analizando y la postura adoptada al respecto. Esta
postura, a su vez, está influenciada por los valores subyacentes de quienes la defienden. En tal
contexto, el análisis se centra en las diversas perspectivas que pueden surgir sobre dicha situación,
lo que permite una comprensión más enriquecedora y profunda del tema en cuestión.
El capítulo 7 se enfoca en la “Elaboración de fundamentos”, una habilidad crucial para profundizar en el
conocimiento y para construir un sólido sistema de evidencias que respalde una idea o argumento. A
menudo nos encontramos en la necesidad de fundamentar nuestras opiniones, ya sea para defender
nuestra posición, para aclarar malentendidos, o con el objetivo de persuadir a otros; por ello, una
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argumentación efectiva requiere una cuidadosa consideración del contexto discursivo. Esto implica
que la persona debe reflexionar sobre la estructura de su texto y el contenido que desea incluir. Ahora
bien, antes de iniciar el proceso de argumentación, es esencial dedicar tiempo a pensar en cómo
se debe fundamentar el argumento. Este proceso de reflexión genera una dialéctica entre lo que ya
se conoce sobre el tema, los objetivos que se busca alcanzar, las características del contexto en
el que se presenta el argumento y la población meta a la que se dirige. Al abordar estas variables,
se crea un espacio para una argumentación más coherente y persuasiva, lo que no solo fortalece
la posición del emisor, sino que también fomenta un diálogo más enriquecedor con los receptores
del mensaje. Así, la elaboración de fundamentos se convierte en una herramienta valiosa no solo
para comunicar ideas, sino también para desarrollar un pensamiento crítico y reflexivo.
Finalmente, la tercera y última sección del libro se compone de dos tipos de materiales: En primer
lugar, se incluyen anexos destinados a la persona docente, donde encontrará recursos didácticos,
transparencias y herramientas de evaluación. En segundo lugar, se presentan una serie de guías para
el estudiantado, que el profesor podrá distribuir como apoyo a su instrucción. Las autoras enfatizan
que estas guías no sustituyen la intervención de la persona académica, sino que están diseñadas
para fomentar el aprendizaje autónomo del estudiante y proporcionarle información fundamental
para la realización de ejercicios y actividades.
A partir de los aprendizajes extraídos de la lectura de “Enseñar a pensar para aprender mejor”, se
interpreta que enseñar es un arte; no es suficiente con la buena voluntad del docente. Es determinante
poseer un sólido conocimiento de estrategias metodológicas que propicien el pensamiento crítico.
Además, aprender va más allá de simplemente adquirir información. Para que el aprendizaje sea
significativo, debe implicar un proceso de pensamiento crítico que permita procesar y reestructurar
la información, aplicar un enfoque creativo que habilite al dicente a encontrar soluciones originales
a diversas situaciones y disponer de un componente metacognitivo que le brinde la capacidad de
reflexionar sobre sus propios procesos de pensamiento y comprensión.
Al respecto, la pedagogía, como disciplina social en el ámbito de las humanidades, debe fomentar
la creación de una conciencia que capacite a los ciudadanos para identificar, definir y superar su
realidad. Este enfoque es defendido por Paulo Freire (2005), cuando aboga por la implementación de
una pedagogía de la liberación para alcanzar una auténtica justicia social. En el contexto señalado,
la persona educadora tiene la responsabilidad de proporcionar a los estudiantes las herramientas
necesarias para desarrollar un pensamiento crítico. De forma similar, Ramírez (2008), refiriéndose a
Bachelard (1984), destaca el papel del pedagogo cuando indica que:
El maestro que desarrolla la pedagogía crítica considera el proceso educativo desde el contexto
de la interacción comunicativa; analiza, comprende, interpreta y transforma los problemas reales
que afectan a una comunidad en particular. Concibe la educación como posibilidad para la
identificación de problemas y para la búsqueda de alternativas de solución desde las posibilidades
de la propia cultura. Considera a la ciencia como la opción de rejuvenecimiento espiritual, como
mutación brusca que contradice el pasado para reconfigurar el presente (p. 109).
Por lo tanto, el propósito fundamental de la enseñanza debe centrarse en la formación de estudiantes
con aprendizajes duraderos, analíticos y reflexivos. En este marco, el libro en estudio se presenta
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como un recurso que facilita al profesorado la enseñanza explícita de habilidades de pensamiento,
lo cual permite que los estudiantes profundicen y amplíen sus conocimientos de manera crítica y
analítica. En la misma línea, es importante considerar si los distintos entornos educativos actuales
están fomentando el desarrollo de aprendizajes significativos que impulsen la participación social y la
comunicación horizontal entre los diversos actores sociales, en un sistema educativo que promueva
la formación de nuevas ciudadanías.
Por ello, las autoras del libro expresan que “se entrega este texto con la esperanza de contribuir al
mejoramiento de la calidad de la educación que se imparte en la sala de clases” (p. 12). A partir de
la premisa enunciada, se desarrolló la presente reseña del pensamiento crítico sobre los postulados
del libro, con el objetivo de servir como un estímulo desde el enfoque pedagógico propuesto y
como herramienta en el ámbito educativo. En definitiva, se puede determinar que este libro presenta
un texto práctico y que, a pesar de haber sido publicado hace una década, su contenido teórico
sigue vigente, con fundamentación y coherencia; pero, sobre todo, que motiva a la reflexión y a la
discusión académica acerca del tipo de educación que se ofrece en los salones de clase (en todos
los niveles de la educación formal), en procura de hacer conciencia sobre si se implementa una
verdadera pedagogía o, por el contrario, se debe repensar y profundizar en la formación integral
de los educandos en los centros educativos, acorde con las necesidades de la sociedad actual.
De ahí que exista una relación directa entre el currículo, la visión social y la cultura, tal como lo
expresa Ramírez (2008) cuando afirma que, en el contexto del trabajo curricular, los integrantes de
la comunidad educativa deben valorar que el mediador ético, en este caso la persona docente,
cumpla cuatro aspectos esenciales. Primero, debe poseer una amplia comprensión que le ayude
a definir claramente el desarrollo de sus actividades. Segundo, debe estar dispuesto a fomentar
tanto las habilidades de pensamiento como del aprendizaje. Tercero, es importante que tenga
la capacidad de establecer los criterios de evaluación de manera autónoma. Por último, debe
reconocer la importancia de la autoevaluación como parte del proceso de aprendizaje. Ante esto,
el libro promueve que el desarrollo de un pensamiento crítico es esencial para analizar esa realidad
académica y social. Sin embargo, la capacidad puesta en relieve parece estar siendo relegada del
sistema educativo actual.
Esta situación plantea interrogantes sobre la calidad de la enseñanza que se imparte en las instituciones
educativas, la igualdad de oportunidades y la función del sistema educativo, especialmente en
términos de preparar a los estudiantes para ser analíticos y conscientes de su entorno, así como para
responder a los cambios económicos, sociales y ambientales de la sociedad. Consecuentemente,
el texto invita a repensar el propósito, los métodos y los objetivos de la educación, abogando por
un enfoque pedagógico integral que fomente un aprendizaje significativo. Destaca la importancia
del pensamiento crítico como herramienta fundamental, examinando la realidad educativa desde
una perspectiva analítica y reflexiva. Este enfoque es crucial para formar individuos autónomos y
capaces de transformar su realidad para contribuir al desarrollo cívico, personal y profesional. La
obra subraya que este tipo de educación es vital para crear ciudadanos con conciencia social,
colectiva y ambiental, así como para fomentar una visión de futuro.
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En sí, el libro “Enseñar a pensar para aprender mejor” aborda un tema clave en la educación, como lo
es la importancia de enseñar a los estudiantes a desarrollar habilidades cognitivas y metacognitivas
que les permitan aprender de manera más efectiva. Sin embargo, brinda poca atención a la diversidad
de los estilos de aprendizaje, ya que aborda cómo enseñar a pensar de manera general, pero no
toma en consideración la diferenciación de las personas, para adaptar las estrategias a los diferentes
estilos de aprendizaje de los estudiantes (visual, auditivo, kinestésico, etc.). La educación actual
reconoce que las personas aprendemos de manera diferente y personalizar las estrategias para
cada uno puede mejorar la efectividad del aprendizaje. Por otra parte, si bien es cierto que se hace
alusión a estrategias para fomentar el pensamiento, el libro podría haber incluido aspectos más
específicos de cómo evaluar efectivamente el pensamiento crítico y metacognitivo del estudiantado.
De hecho, la evaluación de habilidades cognitivas complejas es un desafío para la mayoría de las
personas educadoras, quienes a menudo necesitan orientación sobre cómo medir estos procesos
de forma justa y precisa. Y, por último, al centrarse en los aspectos cognitivos y metacognitivos
del aprendizaje, queda un poco de lado la importancia de valorar otros factores que influyen en
el aprendizaje, como son la motivación intrínseca, el contexto sociofamiliar del estudiantado y
los aspectos sociales y emocionales de la educación. De esta forma, a pesar de la atención a la
importancia de enseñar a pensar, el libro podría estar invisibilizando la influencia de los aspectos
afectivos y relacionales en el proceso educativo, los cuales son cruciales para el éxito del aprendizaje.
En conclusión, “Enseñar a pensar para aprender mejor” se establece como un valioso aporte
académico para impulsar el pensamiento crítico en el ámbito educativo y preparar al estudiantado
ante los desafíos del mundo actual, subrayando la relevancia de este enfoque en el contexto
educativo contemporáneo. Al desarrollar habilidades críticas, a las personas estudiantes no solo
se les prepara para analizar y reflexionar sobre la información, sino que también se les faculta para
tomar decisiones informadas indispensables en el desarrollo de sus vidas. Esto podría profundizarse
con la implementación de aspectos claves como la diversificación de las estrategias según los estilos
de aprendizaje, una evaluación más detallada del pensamiento crítico y la consideración de factores
intrínsecos como las emociones y la motivación para el logro eficaz y eficiente de los procesos de
aprendizaje en los diferentes contextos educativos.
Referencias bibliográcas
Beas-Franco, J., Cruz-Valenzuela, J., Thomsen-Queirolo, P. y Utreras-García, S. (2003). Enseñar a
pensar para aprender mejor (3.ª ed.). Universidad Católica de Chile.
Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.
Marzano, R. (1992). Dimensions of learning. Association for Supervision and Curriculum
Development, Virginia, U.S.A
Ramírez Bravo, R. (2008): La pedagogía crítica. Una manera ética de generar procesos educativos.
Revista Folios, (28), 108-119. https://www.redalyc.org/pdf/3459/345941358009.pdf
Swartz, R. y Parks, S. (1992). Infusing critical and creative thinking into content instruction. Midwest
Publications.