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Tal como plantea Amiama-Espaillat (2020), la
educación inclusiva no está ligada a grupos
especícos que han experimentado situaciones
donde se ha vulnerado su derecho a la educación,
sino que se ocupa y contribuye con el desarrollo de
políticas y la introducción de modelos pedagógicos
para favorecer el aprendizaje entendiendo la
diversidad como una condición inherente a la
sociedad.
Según la precitada autora, en la República
Dominicana la Ley de Educación 67-97 y sus
respectivas ordenanzas (1’95 que establecía el
Currículo y 1’96, la evaluación) introdujeron dos
principios fundamentales para la educación de
estudiantes con discapacidad, como es el derecho
a la educación para todos y el establecimiento
de los mismos nes para todos, con lo cual se
“eliminaron los programas de desarrollo individuales
que se basaban en la rehabilitación de la deciencia”
(p. 139).
En consecuencia, desde el concepto de educación
inclusiva se aboga por una educación de calidad
y equidad, lo cual conlleva la transformación de
los sistemas educativos para abarcar a todos
los estudiantes sin que lo impida su condición,
respetando así su derecho a la educación y la
diversidad humana (Amiama-Espaillat, 2020).
Formación docente para la educación inclusiva
La formación inicial de los docentes cobra relevancia
en tanto de ahí depende, en un alto porcentaje,
la calidad de la enseñanza que se ofrece a los
estudiantes en el ejercicio de la docencia (Cano
y Ordóñez, 2021). Desde una perspectiva de la
educación inclusiva se plantean seis principios
que pueden tomarse en cuenta en la formación
de docentes, ya que están relacionados con la
transformación sociocultural, la participación de
los diferentes actores que participan en el contexto
educativo, los espacios de comunicación desde
el diálogo intercultural, la emancipación crítica,
la autonomía de cada individuo, así como la
formación en investigación y el fortalecimiento
frente al compromiso social que se asume en la
decisión de ser docente (Castillo, 2015). Además,
se requiere un docente con capacidad de hacer
frente y vencer las limitaciones y barreras que
se presenten en su práctica, de manera que
pueda trascenderlas a través de la creatividad, la
innovación y en articulación con el análisis de la
realidad del entorno social y educativo. Así puede
tener claridad de dónde se está y hacia donde
se va, implementando ambientes adecuados de
aprendizaje (Castillo, 2015).
En tal aspecto, asumir la formación docente desde
un enfoque inclusivo constituye un desafío, dado
que implica apropiarse del currículo como campo
de estudio constante y dinámico que requiere
alimentarse de la realidad y de la reexión frente
a las competencias necesarias para atender a la
diversidad de los estudiantes (Castillo, 2015). Fullan
(2012) plantea que es indispensable “reculturizar la
profesión docente”, ya que su rol constituye una de
las piedras angulares del sistema educativo y de
este depende la transformación de la educación y su
impacto en el ámbito social. Por tanto, la formación
inicial del personal docente debe asumirse con
ética y responsabilidad, de manera que se ajuste
y responda a las necesidades y requerimientos
que tiene la sociedad en los momentos actuales.
Patarroyo et al. (2022) y Apple (2011) arman que
los maestros en formación deben prepararse para
asumir y liderar una educación transformadora,
en atención a la diversidad de los estudiantes,
los contextos escolares marcados por factores
interculturales, la complejidad de las relaciones
sociales, la necesidad de contar con un mayor
compromiso ético y la capacidad de atender a los
cambios que se gestan a nivel global. Patarroyo
et al. (2022), por consiguiente, consideran que la
formación de maestros requiere apertura a enfoques
pedagógicos situados y sistémicos que enriquezcan
las prácticas a partir de la construcción de
conocimientos y el hacer colectivo y transdisciplinar,
lo cual exige a su vez la participación de los
diferentes actores que intervienen en los procesos
educativos.
La formación de maestros para la inclusión en
República Dominicana: marco regulatorio
República Dominicana, como país miembro de las
Naciones Unidas, en el año 2015 adoptó la Agenda
2030 para el Desarrollo Sostenible, cuyo objetivo
4 consiste en garantizar una educación inclusiva,